Solemnidad, oscuridad, silencio, luz de velas, cánticos hechos oraciones por la Coral María Inmaculada y una cofradía, la del Martes Santo, que reabre las puertas de una Semana Santa con procesiones tras dos años de pandemia.
A las 22 horas, con una iglesia en penumbra y las puertas abiertas, comenzaba la procesión claustral con la cruz parroquial y cofrades portando cirios con velas que terminaban con la presencia del trinitario Isidoro Murciego.
El Señor, a los pies de su trono en la nave central con una luz celestial iluminando su rostro que recortaba su sombra sobre el Altar Mayor. En la nave de la Epístola, la Virgen de la Piedad ya en su palio.
Tras las lecturas y el Evangelio, mientras que la Coral María Inmaculada cantaba desde el coro alto, subía lentamente el Moreno de la Cruz Blanca hacia la peana de su trono.
Una oración de los fieles terminó el acto donde se tuvo presente al devotísimo Antonio Ramos que nos dejaba hace unos días. Con el rezo ante la Virgen, se encendieron las luces del templo y se contempló de cerca las imágenes que procesionan el Martes Santo.
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