Vamos a vivir la Semana Santa de 2021, una Semana Santa que celebramos sin procesiones en la calle, pero celebramos el Misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección: La Pascua. Os recomiendo siempre la visita y la oración a nuestros sagrados titulares, buscando momentos de estar a solas con ellos, contarle nuestra vida, nuestras preocupaciones e inquietudes, al mismo tiempo le damos gracias por los dones que nos da.
Llevamos más de un año marcado por la enfermedad mundial del coronavirus y la muerte de muchos vecinos de Antequera y comarca que han fallecido víctimas de este virus. La enfermedad y la muerte están presente en toda España y en todo el mundo. Esto nos ha marcado en nuestras relaciones sociales y familiares. Todos tenemos nuestra esperanza en la vacuna que esperamos no tarden demasiado.
Las cofradías sois un tesoro que tiene la Iglesia, espacio de encuentro con Jesucristo y su Madre María Santísima. Para conservar, cultivar y acrecentar este tesoro, es preciso acudir siempre a Cristo, fuente inagotable de nuestra fe cristiana. Os invito como cristianos a participar en las celebraciones de la Pasión, Muerte y Resurrección en nuestras parroquias (Oficios de Semana Santa).
Los miembros de las cofradías y hermandades han de esforzarse en reforzar su fe, cuidando la formación espiritual, la oración personal y comunitaria, la liturgia. La pertenencia a cofradías ha de ser un estímulo para amar más a Jesucristo y a su Madre. Pertenecer a una cofradía, ha de ser, una ocasión providencial para comprender mejor qué es lo esencial, es decir, creer en Jesucristo, muerto y resucitado por nuestros pecados, y amarse unos a otros como Él nos ha amado.
La Iglesia quiere a las cofradías y nos llama a ser presencia activa en la comunidad, como células vivas, piedras vivas. Pertenecer a una cofradía o hermandad es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, de modo que sus miembros han de amar a la Iglesia y dejarse guiar por ella.
En las parroquias, en las diócesis, las cofradías y hermandades han de ser un verdadero pulmón de fe y de vida cristiana, que, con variedad de colores y de signos, expresión misma de la Iglesia, han de confluir, se han de reconducir a la unidad, al encuentro con Cristo. Misión específica de las cofradías, es mantener viva la relación entre la fe y las cultura de nuestro pueblo. Cuando, por ejemplo, llevan en procesión el crucifijo con tanta veneración y tanto amor al Señor, no hacen únicamente un gesto externo; indican la centralidad del Misterio Pascual del Señor, de su Pasión, Muerte y Resurrección, que nos ha redimido; e indican, primero a los cofrades y también a la comunidad, que es necesario seguir a Cristo en el camino concreto de la vida para que nos transforme. Del mismo modo, cuando manifiestan la profunda devoción a la Virgen María, señalan al más alto logro de la existencia cristiana, a Aquella que por su fe y su obediencia a la voluntad de Dios, así como por la meditación de las palabras y las obras de Jesús, es la perfecta discípula del Señor (cf. Lumen gentium, 53).
Esta fe, que nace de la escucha de la Palabra de Dios, las cofradías la manifiestan en formas que incluyen los sentidos, los afectos, los símbolos de las diferentes culturas… Y, haciéndolo así, ayudan a transmitirla a la gente, especialmente a los sencillos, a los que Jesús llama en el Evangelio «los pequeños».
Y, con este espíritu, estén siempre atentos a la caridad y misioneros del amor de Dios y su Evangelio. Y así caminaremos hacia la meta de nuestra peregrinación terrena, hacia la Jerusalén del cielo. Allí ya no hay ningún templo: Dios mismo y el Cordero son su templo; y la luz del sol y la luna ceden su puesto a la gloria del Altísimo.