Las calles del centro de Antequera acompañaron a la Virgen de los Remedios en su procesión en la tarde-noche del domingo 8 de septiembre, donde se culminaban sus cultos anuales con novena, oración, salve y misa a la Patrona Mariana de la Ciudad.
Tras la misa, a las 20,06 horas, el hermano mayor de insignia, Justo Moreno Muñoz, tocaba la campana para avisar a sus hermanacos que iba a empezar la procesión. El cortejo se había formado en la calle Infante don Fernando. Salida estrecha y complicada del templete de plata de la Virgen, primero por la puerta de la iglesia con el atrio y por último de éste con la calle.
Abría el cortejo una cruz con dos acólitas con dalmáticas y ciriales, ante el guión presidencial donde estaba el esclavo mayor Justo Muñoz Blázquez. Seguían una decena de niños vestidos de monaguillo con de acólitos con dalmáticas, a continuación, un cuerpo de nueve acólitos con dalmática portando el Evangelio, un gallardete de plata e incienso. Y el tramo final de once acólitos con dalmática, turiferarios y con ciriales.
Y llegaba Ella, la Virgen de los Remedios, dirigida por el hermano mayor de insignia, Justo Moreno Muñoz, al frente de 48 hermanacos, vestidos con traje y corbata oscuras y camisa blanca. Contó con la escolta de una pareja de la Policía Local de gala. Fueron meciendo las marchas de la banda de Almogía.
El arcipreste y párroco Antonio Fernández fue tras la Virgen, abriendo el acompañamiento de un grupo de devotos. Seguía con la representación municipal con el alcalde Manuel Barón al frente y la concejal más joven, Marta González, portando el Pendón de Antequera. Por último la Banda de Música Vera Cruz de Almogía.
Paso por el Ayuntamiento, engalanado con sus colgaduras bordadas con la jarra de azucenas. Luz del atardecer acompañando al cortejo por calle Infante don Fernando hasta San Agustín, donde esperaba una representación de la Cofradía de la Pollinica, parando el templete en su puerta.
Bajada por calle Lucena, ya de noche, sobre las 20,45 horas, con una estrechez de calle que invita al recogimiento y la fusión con las marchas de la banda, evocando a los Lunes Santo, pero en vez de “Vera Cruz, Madre de los Estudiantes” había una plegaria que hacía sonar como si fuera “Victoria, madre de los Estudiantes”.
Llegada a Madre de Dios, y entrada a calle Cantareros, aproximándose el fin de la procesión. Llamaba la atención la forma en la que se había preparado el templete y la imagen patronal. Su camarera, Pilar Muñoz Blázquez, había optado por saya y manto de principios del siglo XVIII de espolín de seda, buscando el parecido con el Cartel Anunciador y cuadro de la puerta al templo por calle Cantareros.
Llegada a San Luis y se encaró de nuevo calle Infante don Fernando, el templete se volvió en la esquina de San Bartolomé en búsqueda del remedio de un devoto que lo precisa. Y regreso al templo, meciendo, con las últimas marchas. El cortejo y guión presidencial formó una fila y a las 22 horas en punto, regresaba por el atrio y ya en el presbiterio, se rezó a la Virgen en el final de sus cultos.
De nuevo la devoción de siglos atrás sigue presente, con una historia que la Antequera del siglo XXI, con sus cofradías y vecinos, están llamados a mantener y potenciar.