Cristóbal Toral nos acerca a la figura de Velázquez y nos muestra con emoción la inflexión que ‘Las meninas’ han tenido en su trayectoria como artista. Antes de todo, cuando nuestra vida parecía normal –ahora en realidad es más normal que antes– el Museo del Prado cumplió uno de los deseos de Cristóbal Toral. Cumplir sus 80 años ante la obra por antonomasia de Diego Velázquez. Una historia que merece ser contada en este tiempo de pandemia.
Silencio, pasos sigilosos, incertidumbre, sorpresa y arte. Así se describiría nuestra mañana en el Museo del Prado el lunes 9 de marzo junto a Cristóbal Toral. Antes de todo, antes de la pandemia, antes de que uno de los museos más importantes del mundo cerrara sus puertas, lo haría dos días después. Un momento privilegiado que escasamente ofrece esta profesión del Periodismo.
Junto a Cristóbal Toral atravesamos las puertas del Prado cuando aún no estaban abiertas. La cancela de la Puerta de los Jerónimos abre con todas las medidas de seguridad pertinentes. El director de Museo, Miguel Falomir Faus, nos recibe en la misma puerta junto a Toral. Los saludos de siempre pasan a una cortesía nórdica, el coronavirus se hace cada vez más presente en nuestro país, no podíamos llegar a imaginar en ese día, cuánto lo haría más tarde.
Tengo que reconocerlo, el nerviosismo no me dejaba pensar en el guión establecido en la cabeza. Pocos minutos teníamos ante nosotros para grabar a un genio, El genio de Antequera, ante uno de los más grandes artistas que tenemos en nuestro país: Diego Velázquez.
¿Cómo sería ese encuentro? ¿Esa imagen? Ese instante en el que un artista de hoy, de pleno siglo XXI se topa ante su obra predilecta, una del siglo XVII y que rompió todos los cánones establecidos. La respuesta está aquí, en estas líneas que torpemente escribo con el sonido de las letras que mi hija comienza a escribir y reconocer. Paradojas del destino. Toda la Cultura ante mí y el inicio de todo un derroche de sabiduría se unen para escribir este encuentro: una cita que pasará a la Historia.
Ante ‘Las meninas’ de Velázquez
No tiene nada que ver el disfrutar de las obras del Museo del Prado entre el gentío, con las visitas que se agolpan entorno a sus obras, los grupos guiados, los turistas que no quieren perderse detalle de todo lo que atesora este edificio.
Observar ‘Las meninas’ de 1656 entre tanta gente es muy diferente de contemplarlo en toda su magnitud en el silencio y solos. Es tanto lo que abarca, lo que cuenta, lo que plasma que necesitas de espacio, aire, oxígeno para no quedarte sin palabras. Y eso puede suceder. Estás ante él. Completamente en silencio. Observando cada detalle mientras repasas esas líneas invisibles del trabajo en tu mente. La obra te capta y te domina hasta el punto que es necesario que alguien te rescate de ese rapto brutal que Velázquez hace de tu mente. Pero creo que no soy la única. Miro a Cristóbal Toral y siento que está cautivado igual que yo.
Recobramos nuestro hilo argumental en nuestro interior para recordar nuestra causa de estar allí, unir a Velázquez y Toral por su 80 cumpleaños que se cumplían este miércoles 15 de abril. Y en mente tenemos esa obra, ese ‘D’après Las Meninas’ que se encuentra en el Museo Ciudad de Antequera y que el antequerano creara en 1974-75. “Hay tantas cosas que nos quiso decir Velázquez con esta obra”, nos confiesa en cuanto el aire vuelve a sus pulmones y regresa a esa realidad que nos había llevado hasta allí: grabar un documental sobre su figura.
Se sincera con nosotros: “Hace 59 años que yo vi por primera vez este cuadro de Velázquez. Yo estudiaba en Sevilla Bellas Artes, y con motivo del paso del ecuador se decidió venir a Madrid para ver el Museo del Prado. A partir de esa fecha, ha sido el cuadro que más he observado del Museo del Prado y de todas las obras que he podido ver en distintos museos”.
En ese instante haces un repaso veloz y a la vez escueto, de todas las obras que uno ha llegado a conocer y las comparas con las que sin duda, son cientos y cientos en la mente de un artista. En el caso de Cristóbal Toral, son miles. Y uno se hace pequeño, muy pequeño cuando prosigue de forma contundente: “Ésta es la obra más importante que se ha hecho en la Historia de la Pintura: Las meninas”. Nos argumenta de nuevo esta explicación con palabras de Luca Giordano y Édouard Manet con unas palabras que nos devuelven a su realidad y nos cautivan: “Estoy emocionado”, asegura.
La interpretación de esta obra
Sin casi poder decir nada más y ver esa expresión de felicidad y emoción de alguien que se abre en toda la magnitud de la palabra ante nosotros, analizamos Las meninas y partiendo de la base de los trabajos que han realizado numerosos artistas –Jordán la calificó como “la teología de la Pintura”– a través de los tiempos la han reproducido: “Ha sido también la obra más interpretada por los pintores en todo el mundo”, nos apunta. Él mismo lo hizo.
“Siempre que he venido a ver Las meninas, siempre he visto algo nuevo como pintor. Y mi admiración por Velázquez es tan grande que en 1975 yo hice un D’après de Las Meninas que fue a la Bienal de Sao Paulo y que ha viajado prácticamente por todo el mundo, desde Estados Unidos a Japón”. Como una maleta más que viene y va, la obra de Toral ha viajado hasta tener su ubicación en la actualidad en el Museo Ciudad de Antequera. Allí en un espacio privilegiado nada más entrar en su sala nos sorprende esa interpretación de Las meninas, que él muy bien describe ante la obra velezquiana: “Cuando hice la interpretación de esta obra, no olvidé Las meninas, sino todo lo contrario, traté de hacer esa atmósfera, ese ambiente que hay en el cuadro. Quise copiar prácticamente esa maravilla de espacio y ahí metí, en una estancia del siglo XVII el equipaje de nuestro tiempo. Ése era el impacto surrealista que yo pretendía”.
Choque brutal de épocas y momentos ante la mirada del aposentador José Nieto, que se ha mantenido impasible ante el pincel de Toral. El antequerano además señala sobre su obra: “En el fondo ha sido mi homenaje al maestro Velázquez”.
Un homenaje que durante su pasaporte vital artístico se ha llevado grandes calificaciones marcando ese camino de exilio que señalado por el equipaje que forma parte intrínseca de nuestra existencia como seres humanos.
Por qué es tan importante esta obra
Con todas esas preguntas y respuestas que de forma automática Toral nos va respondiendo sin dejar de observar en todo momento a Las meninas, surge la cuestión más importante: por qué es tan esencial esta obra.
Conocedores de la Historia del Arte, ésa que te enseñan en el Instituto y queda marcada para siempre en tu retina, en las líneas de tu propia biografía y que te conducen a absorber todo lo que te rodea. Nos dejamos llevar por sus explicaciones que dejan una huella imborrable en nuestra memoria.
El espacio, la atmósfera marcan el contexto de una obra que fue adelantada a su época. La perspectiva lineal está conseguida de forma magistral, pero la atmosférica es extraordinaria, señalando Toral: “Ahora que vuelvo a ver Las meninas, me ha vuelto a impresionar, es algo extraordinario para un pintor de nuestro tiempo y teniendo en cuenta lo caótico del Arte en estos tiempos; yo recomendaría que la referencia de la gran pintura está aquí. Porque no hay que olvidar que ésta sigue siendo una obra moderna y en su época fue una obra de vanguardia, rompedora”.
Y es que Cristóbal Toral nos hace especial hincapié un aspecto más que esencial en este cuadro: “Teófilo Gautier cuando vio este cuadro por primera vez, dijo: ‘¿Dónde está el cuadro?’. Porque consideraba estar dentro de ese espacio que pintó Velázquez”.
Un ligero escalofrío recorre nuestra espalda. ¿En serio estamos dentro del cuatro? Miras alrededor y te sientes observada por los distintos miembros de la Corte que Velázquez retrató y que ahora con atención, son ellos los que escudriñan nuestro caminar por el Museo, un espacio vivo, latente, aunque ahora sus puertas permanezcan cerradas temporalmente por la pandemia.
La belleza, la sobriedad, el estar inmersos dentro de esta misma obra que consigue meternos de lleno en un espacio ajeno al nuestro. Por un momento vemos al gran Velázquez mirarnos con atención y remover el pincel en el óleo que recubre su paleta. Nos llega el olor a ocre entremezclado con un aire húmedo cargado de naftalina y falta de oxígeno. La oscuridad de la estancia transforman en segundos la realidad que tenemos ante nosotros.
Rompiendo las reglas del juego
Descomponemos todo lo vivido en pocos minutos, dejando que la sesión continúe de la mano de David Crespo con la cámara y nuestro director, Antonio J. Guerrero para poder tener todo lo necesario para este documental que veremos en el futuro. Me viene a la cabeza si Velázquez se pudiera encontrar con el genio antequerano. Quizá algún día se abra una puerta que quebrante las leyes del tiempo y la barrera del espacio –ese que marca una línea del argumento artístico de Toral– y se rompan todos los cánones establecidos, podría encontrarse ante él y ver cómo el sevillano engendra esta obra, a lo que Toral le diría: “¡Enhorabuena maestro, porque esto es superior a todo lo que yo pueda imaginar!”. No sabemos si el temperamental Velázquez, aprobaría o no este comentario.
Lo vivido allí quedará para siempre en nuestro interior, cumpliendo sueños, unos que volvieron a la realidad de golpe cuando días después daban paso al dolor, al miedo, la incertidumbre, el estado de alarma, el confinamiento. De este día, de los últimos que se grabaron en el interior de este espacio museístico, guardaremos grato recuerdo. Fue un antes y un después para todos. Nosotros pudimos ser testigos de dos épocas que se unieron el 9 de marzo de 2020 en el Museo del Prado. Una mañana donde solo se escuchó el susurrante movimiento de los pinceles de ese cita utópica entre Diego y Cristóbal: Velázquez y Toral.
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