La grandeza se palpa en unas hojas. La grandeza reside en el pasar las páginas de un libro que convierte la realidad en palpable, exhalando tiempos de una época lejana, pero cercanos. La sencillez, el interior, la belleza. La grandeza de “Las cosas del campo” del autor antequerano José Antonio Muñoz Rojas tiene su continuación y vivencia hoy día.
El viernes 27 de junio la Real Academia de Antequera celebró el acto de presentación de “The Life of the Fields” la traducción al inglés de “Las cosas del campo” realizada por Andrew Dempsey y Álvaro García. La familia de Muñoz Rojas no faltó a la cita para acompañar a los autores y traductores que dieron a conocer los entresijos de esta edición que llegó a nuestra ciudad directamente desde Londres.
Belén Molina Huete fue la encargada de presentar este acto donde participaron Dempsey y García, para detallar los pormenores de esta traducción que ha tardado diez años en concluirse. Y nos parecen pocos, porque dentro de la sencillez del lenguaje empleado por Muñoz Rojas, reside una carga léxica, compositiva y sobre todo, de transmisión de una cultura, que difícilmente se encuentran entre las palabras anglosajonas. Pero quizá, si analizamos cada una de las obras universales de la literatura, muchas nos sean incomprensibles si no conoces la realidad de forma cercana y palpable.
Esos tintes de realidad los dejó claro Dempsey que narró cómo llegó a Antequera y lo que ha supuesto esta traducción. Su primera vez en nuestra ciudad fue en el año 2000, parando en Antequera para tomar un café de camino hacia Ronda. En aquella ocasión dejó a sus amigos en la mesa y fue a comprar el libro del autor que había ganado un Premio Nacional, para dar prueba de que sus palabras eran válidas. El autor no era nada menos que Muñoz Rojas y el libro, ya saben cuál. Confesó que en su primera lectura, poco entendió de esos campos, pero quedó fascinado por los dibujos y la forma de plasmar la vida en el campo de los hombres y mujeres.
Años después, en 2015 visitó de nuevo nuestra ciudad, concretamente la Casería del Conde, de manos de uno de los hijos del poeta y fue a través de él cuando el hilo transparente del destino unió a este inglés con Muñoz Rojas: el padre Dominic Milroy. Éste había sido confesor del autor y a la vez profesor del inglés. A él, le dejó su primera traducción de la obra, que según Dempsey llegó después con su respuesta, “una carta demoledora” del sacerdote. Aquel proyecto se quedó parado hasta que conoció a Gracia, la hija del poeta y le llevó hasta Álvaro García, quien señala que “salvó mi traducción”.
García tomó la palabra para corroborar toda la versión realizada, continuando por las reuniones, conversaciones y viajes entre Londres, Marbella, Ronda… para terminar haciendo esta traducción “dialogando, como le habría gustado al poeta”. Hizo hincapié en la importancia de este acto porque “se trata de un libro absolutamente universal, en el sentido del tiempo, en el sentido de los espacios y en el sentido de los idiomas”, en un acto del que “hoy tenemos la sensación y la certeza de que esa irradiación de algo trascendente está ocurriendo en esta sala en esta Academia hoy en Antequera”.
García puso el relieve en lo complejo de esta obra que a partir de ahora da un salto universal al inglés, dejando ese traspasar, esa vivencia de una España, de una época concreta, que Muñoz Rojas, reflejó cargado de sutileza, de amor al lenguaje, a las palabras, al campo, a las personas.
Finalizó el acto con la lectura de tres poemas de dicho título, primero en castellano por parte de Álvaro García seguidas, de su traducción en inglés por Andrew Dempsey, destacando lo complejo que había sido llevar ese lenguaje de raíces profundas tan profundo a su idioma. Los poemas elegidos fueron “Miguelillo el pavero”, “Las rejas enlutadas” y “La risa de Dolores”.
El análisis de la traducción
El escritor, traductor, poeta, Álvaro García nos explicó antes de comenzar el acto los pormenores de esta traducción que no han sido pocos. Y nos explica que esto llegó siempre “desde el entusiasmo y el fervor por uno de los grandes poetas españoles de todos los tiempos” y no ha sido sencillo porque “es una poesía aparentemente sencilla, aparentemente coloquial que viene de la lírica que a él le gusta, inglesa, de apariencia conversacional y por supuesto hay una complejidad de fondo, una trama de sutilezas para que no caiga en lo pintoresco ni en lo meramente impresionista y que inserte la corriente de la vida y de la forma en la que se expresa el campo y las personas del campo”, confiesa.
“La traducción es difícil, porque los idiomas se mueven, entonces un texto de 1950 y más con esos injertos que tiene de lengua ancestral, al adaptarse al campo las palabras se conservan, algunas palabras muy antiguas que era muy difícil que una persona inglesa, por muy buen traductor como es Andrew, pudiera llegar hasta ese grado de sutileza, a esa mixtura de lo ancestral, lo muy vivo, lo muy reciente y la voz de un poeta, por eso era muy difícil. El resultado sí que es una traducción de la que estoy contento porque creo que preserva algo de esa vivacidad, esa frescura”.
Este paso a una lengua universal, sea o no la más hablada del mundo, tiene una importancia que no se puede quedar al margen: “Primero por darle una proyección internacional a un poeta que por naturaleza suya y por formación, ya la tenía; tanto de universalidad, muy abierto a la cultura inglesa, fue lector en Cambridge y fue el primer traductor de Eliot, lo conoció en persona… Y luego un camino de vuelta, porque alguien que ha enriquecido la poesía española con la influencia inglesa, es bonito que haya vuelto y que, de algún modo, esté en el ámbito que él tanto amaba”. En este sentido incide en que la poesía inglesa para Muñoz Rojas no era gratuita, es decir “no es puramente cultural en él, era algo de completa su forma de ser, su temperamento literario, necesitaba esa naturalidad, difícil naturalidad, que buscaban muchos poetas ”.
Como hemos señalado, fue a través de la hija de Muñoz Rojas y Dominic Milroy, que comenzó este trabajo del que está muy satisfecho “ha sido un placer y le debo una amistad gracias este trabajo hemos llegado a ser buenos amigos, nos hemos visto en Málaga, Londres, Oxford, Marbella, Ronda… Siempre es un placer trabajar con él”. Y recalca que Andrew Dempsey se asustó un poco con esta traducción al principio, algo que partió de él mismo, ya que “hay muchas capas y necesitas que te ayude algún escritor español y la familia pensó un amigo, tuve el honor de que me brindara su amistad –en referencia a Muñoz Rojas–, y nos puso en contacto. La idea surgió de él –comenzar la traducción– por una fascinación como hispanista, como lector, como amante de la poesía como es Andrew, se tenía que encontrar con un libro así”.
Extraño azar que nos regala pequeños tesoros a lo largo del tiempo. La riqueza de José Antonio Muñoz Rojas sigue vigente cada día, con esta obra, una de las más importantes de nuestra literatura, por la que no pasan los años, el tiempo, sino que permanece inmóvil en ese campo de calor postrero, neblinas, frío, chaparros, olivos y encinas, de tierras húmedas y que florecen de Antequera por las que Muñoz Rojas vio salir el sol transformando su luz en poesía eterna.