El Dolmen de Viera regresa al Neolítico durante el equinoccio de otoño, dando un giro a la interpretación de la entrada del sol, aportando este 2018 que las comunidades de hace 6.000 años querían que el sol se quedara en la entrada de la cámara funeraria, para recrear el paso de la vida a la muerte y no hasta el fondo de la misma como se creía hasta ahora, según confirma Bartolomé Ruiz, director del conjunto de los Dólmenes de Antequera.
El descubrimiento se debe a la recreación de cómo sería la entrada al dolmen, cuyas piedras desaparecieron con el paso de los siglos, por lo que hasta el pasado año, los primeros rayos del otoño entraban hasta el fondo del túmulo, es decir, recorrían el pasillo corredor y llegaban al fondo de la cámara sepulcral, donde enterraban a los muertos.
Pero para este año, tras unos estudios previos en 2017, se ha constatado una nueva teoría por la que «los rayos del equinoccio llegan hasta el umbral del escalón que comunica el corredor con la cámara sepulcral», en lo que era una interpretación de las comunidades agrícolas de la época, de destacar el paso de la vida a la muerte con la penumbra y no llevar la luz hasta el final como ocurriría si no se hubieran colocado provisionalmente unas estructuras móviles.
«Ya llevábamos un año con la teoría, para lo que hemos restaurado puntualmente con materiales efímeros, solo para la entrada del otoño, cómo era la entrada al túmulo de Viera, por lo que podemos afirmar que el sol no entraba hasta la cámara funeraria, sino hasta el umbral de la misma, como se solía hacer en el Neolítico», destaca Bartolomé, muy contento por el avance científico.
Como los días anteriores, pero sin nubres, las visitas empezaron a las 8,15 horas de la mañana, en el que un grupo reducido de quince personas se preparaban para presenciar una maravilla de la naturaleza y de la capacidad arquitectónica del hombre de hace 6.000 años.
Quienes entran a esa hora, lo hacen sin luz, en un túnel a oscuras y pegándose a uno de los lados del corredor. Al empezar a entrar la luz en Viera, un actor empezaba a cantar y tocar instrumentos prehistóricos desde la cámara sepulcral, ambientando el momento mágico de ver cómo en segundos, el sol cubría su interior.
Y a las 8,45 horas en punto, Bartolomé Ruiz explicaba a los presentes: «Los rayos del sol dejan en penumbra la cámara mortuoria donde estaban los restos de los ancestros», todo debido a que querían representar «el paso al mundo de las sombras, de la muerte, como ocurre en el tholos del Romeral en el solsticio de invierno, que deja en penumbra la cámara pequeña».
Quienes estaban en el interior, no dudaron en tomar fotografías y vídeos del momento mágico, en un año 2018 donde se conocen aún más y mejor la construcción neolítica de Viera, aproximándola a los monumentos megalíticos europeos, que hacen lo mismo en la entrada del sol creando ese ambiente.
Viera era el único de los tres monumentos que seguía las directrices seguidas por el resto de comunidades, dejando a Menga y Romeral, como los del valor universal excepcional que llevó a la UNESCO a declarar Patrimonio Mundial, que alzaron los mismos hacia la Peña de los Enamorados y El Torcal de Antequera.
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