Paseamos por las páginas de nuestro periódico para encontrar entre ellas los vestigios del pasado, aquello que quedó escrito y que forma parte de nuestra historia. Este 15 de junio se celebra el IV Centenario del fallecimiento del poeta Luis Martín de la Plaza, una efemérides que la Real Academia de Antequera destacaba con una gran conferencia –permítanme definirla como clase magistral– de Jesús María Morata, junto a Juan Benítez. Entre ambos ensalzaron a nuestro gran poeta del Siglo de Oro.
Su figura fue desgranada destacando lo esencial de una Escuela de Gramática que permitieron a Antequera erigirse como un lugar en el que se cobijaron “una nutridísima de ingenios que enriquecieron y hoy asombran el campo de las humanidades”, destacó Morata. Y es que no es para menos ese asombro que a muchos de los que se han adentrado a conocer su historia han quedado maravillados.
Regresando a nuestras páginas, esta ciudad hace 100 años no celebró como se merecía el tercer centenario de la muerte de dicho poeta. Hace un siglo se mencionaba el “7 de junio”, y ahora, tras sus últimos estudios, se desvela que fue el 15 de junio de 1625 a los 47 años.
Los primeros pasos para recordar al poeta
José Muñoz Burgos publicó en El Sol de Antequera varios artículos reclamando la atención para dicha fecha, ocasión más que propicia para recordar una de las grandes figuras de nuestra literatura. La primera de las referencias a esta efemérides, la realiza en la portada del 8 de febrero de 1925 que titula “Ante el tercer centenario de un poeta antequerano”, narrando lo que fue ese Siglo de Oro y buscando que se publicase al menos una antología de los poetas, en este caso, centrado en Luis Martín de la Plaza.
Una vez esgrimidas las razones, propone: “Es, pues, la presente, una ocasión digna de aprovechamiento para que Antequera subsanara la injusticia del olvido en que tiene a esos hijos ilustres que diéronla inmarcesible fama. Pudiera hacerse, bien editando obras que divulguen y difundan el tesoro de nuestra literatura del siglo XVI y siguientes, ya grabando en mármoles los nombres de aquellos insignes antequeranos”.
Esta idea no llegó a su fin, es decir, no se divulgaron sus obras más que en nuestro periódico. Recibió el respaldo de quienes no residían en Antequera, por un lado por parte del cronista de la provincia, Narciso Díaz de Escobar, con su carta de apoyo a este reclamo literario y desde América, publicando el artículo que se reflejó en la revista “Andalacia», órgano del Círculo Andaluz de Buenos Aires, en su número de abril y acompañado a la semana siguiente, mayo de 1925, de una misiva del antequerano Rafael Zurita que lo había leído en tierras argentinas.
Tras esta carta, Muñoz Burgos prosigue su lamento: “Está ya muy próxima la fecha del centenario, pero aún sería tiempo de hacer algo, aunque modesto, que dejara señalada la efemérides. Para realizar esto, ninguna entidad más obligada que la Biblioteca Antequerana”. Nada se realizó de lo pedido.
La efemérides, como apuntamos, se vivió en nuestras páginas el 7 de junio narrando la biografía del poeta así como varios de sus sonetos y composiciones en una manera de llevar a los lectores lo que se pedía y no llegaba.
Además, animado por el apoyo recibido finalmente Muñoz Burgos reflejó la carta presentada a la Alcaldía para que quedara constancia de la petición de una calle para estos poetas.
El Parque de los Escritores
Se cumplió al menos con el deseo solicitado, así la Comisión Permanente del Ayuntamiento comunicó a Muñoz Burgos este acuerdo: “El Excelentísimo Ayuntamiento, en sesión celebrada el día 22 del pasado mes, acordó tomar en consideración su propuesta relativa a dar el nombre de Parque de los Escritores al antiguo paseo de los Colegiales, y a sus dos glorietas los nombres de Pedro Espinosa y Poeta Luis Martín, respectivamente”, firmando Juan Cuadra Blázquez el 11 de julio de 1925.
Ese Parque de los Escritores se usó, al menos en nuestro periódico así se recogía cuando hacía mención a la zona ajardinada donde en los años siguientes se estableció el Corazón de María y Corazón de Jesús, y donde se terminó creando la Glorieta de Rojas Pérez.
Poco tiempo se usó esa nomenclatura –lástima porque el nombre y el lugar no podían ser más bellos–, y nunca se pusieron estos nombres a las glorieta. Se tuvo que esperar al siglo XX para que Luis Martín de la Plaza y otros muchos tuvieran su calle en Antequera.
Por cierto, por si no lo sabían, su calle une una de las intersecciones entre Santa Catalina y Capuchinos, y que aquí dejamos constancia que llegó, muchos años después. Añadimos por nuestra parte, que no sería mala idea aprovechar sus cuarto centenario para cumplir la propuesta de Muñoz Burgos, incentivando la divulgación de su obra en nuestra ciudad.