lunes 1 diciembre 2025
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Javier Rueda: “Habría que crear una atmósfera respirable en los bares”

Cuando los bares protagonizan una conversación, nada mejor que hacerla precisamente que en este espacio, sentados en una barra entre el bullicio o la tranquilidad, según se elija. Pero en este caso dicha línea conversacional la hacemos en la Biblioteca San Zoilo, un espacio más que adecuado para presentar un ensayo que desarrolla, precisamente, la esencia e importancia de los bares como lugares de encuentro y fortalecimiento de lazos comunitarios.

Todo esto sucede de la mano de Francisco Javier Rueda Córdoba, sociólogo y politólogo, profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Malagueño y medio antequerano, con las raíces familiares de sus progenitores en nuestra tierra.

Javier Rueda presenta “Utopías de barra de bar”, un ensayo publicado por Lenguas de Trapo, edición que llega tras ganar la primera edición del Premio de Ensayo ‘¿Es posible? Utopías que caben en el BOE’, impulsado por el Círculo de Bellas Artes.

En esta obra Rueda vuelca años de trabajo y estudio y lo hace lanzando una utopía, que más bien podría convertirse en una ley que proteja estos espacios, y nos explica que son el “último espacio de comunidad, el último espacio de encuentro para tomarse el bocadillo, para salir, para entrar, para usarlo incluso como la oficina de dispendio para el tema de los servicios sociales. Entonces lo que me planteo muchas veces es ¿qué es lo que ocurre cuando ese bar cierra? ¿Qué es lo que ocurre cuando el bar de un pueblo de 60 habitantes, se cierra? Cuando el único espacio en el que las personas mayores, por ejemplo, que ya viven solas, se encuentran con otra gente, cierra. ¿Y cómo podemos reactivarlo?”.

En este sentido diferencia esos espacios en poblaciones más pequeñas con los bares como los entendemos hoy en las ciudades: “Los bares de la España vaciada, como se la llama normalmente, están desapareciendo porque no suponen un beneficio económico para las empresas”, para los propios dueños de los bares en estas poblaciones que pagan costes más altos. Por el contrario “en las ciudades grandes se mantienen los bares, pero están completamente transformados en ese sentido de pertenencia a un bar, de un sitio de encuentro de donde vas a compartir. Se trata de mantener el pulso a la vida social de esas poblaciones”.

La solución propuesta por Javier Rueda

Partiendo de esa base e importancia de estos espacios, propone Rueda una utopía. La publicación se basa en ese título del concurso que gana ‘Utopías que caben en el BOE’, y describe “lo que planteaba era la posibilidad de, al igual que hay un ratio de farmacias por habitante que está establecido por ley, planteo que debería también haber un ratio de bares por habitante, que donde no hay este tipo de establecimiento, esté organizado por las propias asociaciones o los colectivos”.

Y describe que lo “rural está muy vivo, otra cosa es que no le hagamos ni caso; en lo rural hay muchas iniciativas alucinantes y preciosas; las visiones que tenemos de lo rural están completamente viciadas”. Prosigue: “Hay gente con muchas ganas de hacer cosas. Y la idea sería que cuando el pueblo cierre el bar, como por ejemplo el hecho de las propias vecinas y vecinos del pueblo se organicen para abrir la antigua escuela rural; en este caso abran el bar y establecer ahí un dispendio de bebidas en el que todo el mundo tiene una llave del local y se convierte como un especie de centro comunitario. Que haya una ley que permitiese facilitar una serie de principios que evitasen volver a esa lógica del bar de siempre en el término de exclusión; y que permitiese imaginar ese bar en el que los hombres mayores del pueblo puedan seguir quedando después de comer para jugar la partida, que no suponga que el hecho de jugar la partida en el bar del pueblo, significa que tú te tengas que marchar o que no puedas quedar con tus colegas tranquilamente a tomarte algo”.

O el hecho “de que si una chavala del pueblo que está yendo al instituto de la comarca quiere montar un club de lectura o quiere montar un club de debate o quiere montar una exposición o quiere hacer un cineforum, la puede hacer también en este espacio. Es decir, que se recuperase o que se fomentase ese papel que ha quedado un poco detrás del beneficio económico puro y duro, pero que sí que hemos tenido en este tipo de establecimientos”.

Y va más allá: “Una de las cosas que me parece importante también que tenemos muchísimo que aprender de los pueblos chicos y que esto es una las malas lógicas derivadas de la evolución de los bares en las grandes ciudades. En una ciudad grande vas al bar en el que sabes que te vas a encontrar gente igual que tú, no somos muy conscientes de los problemas de polarización que existen. Y habría que recuperar esos espacios de encuentro para ver que el otro es humano. Creo que una lógica en el rural se extiende más allá de lo familiar y nos hace pensar en una posibilidad de comunidad política un poquito más respirable. Habría que crear esta atmósfera en los bares”. Una conclusión que nos invita a reflexionar este contexto en nuestra ciudad, su forma de relacionarse en un lugar como un bar.

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