Es imposible recuperar la voz de Juan Casillas, quien nos dejó aquel domingo 23 de enero de 1994. Pero sí sentir el acompañamiento de una guitarra, como fue la de Antonio Centenera en el homenaje que el Ayuntamiento promovió este viernes 2 de agosto en Antequera.
Quienes estuvimos ante la fachada de Santa María, recordamos aquel 6 de agosto de 1994 cuando la Noche Flamenca fue un homenaje a la repentina muerte del cantaor. No fue esta vez Martínez Labrador el que trazara el cartel, fue la propia fachada que recibió la imagen de Casillas.
Y fue como un viaje al pasado y recordar aquel año 1994 cuando dijo nuestro añorado Ángel Guerrero: “Se apagaron las luces de la plaza, se abrieron las gigantescas puertas de Santa María, de las que irradiaba una luz espectacular, y a través de la potente megafonía, se escuchó una toná interpretada por Juan Casillas, momento en el que el público se puso, automáticamente de pie, para escuchar el cante con respeto y atención”. No fue así, pero siempre quedarán los recuerdos en vida del cantaor que adelantó el final de su vida.
Pasan lo años y aún resuena el cante dolorío de Juan Agustín Hatero Cabello, nuestro Juan Casillas, a quien le acompaña en la tribuna celestial su padre Juan Hatero. Nació en Cuevas de San Marcos en 1955, creció en Villanueva de Algaidas, emigró a Alemania y debutó en Álora desde donde derrochó su arte en Granada, La Unión, Loja, Barcelona, Antequera, Lucena, Los Barrios, Peñarroya, Montalbán, Alhaurín de la Torre, La Carolina, Rute y todo lugar donde encontraba el flamenco como su forma de expresión.
Ahora, tras la pérdida en el camino de su concurso, se reactiva su nombre con este memorial que fue abierto por Paqui Corpas con Antonio Centenera a la guitarra. Empezó por malagueñas su apertura de la noche y se gustó sobre el tablao.
Siguió Manuel Cástulo con Antonio Carrión al toque. Sus seguiriyas eran esperadas por el público que desea verle pronto para disfrutar lo mejor de él.
Y cerró Marcelo Sousa con un Antonio Centenera que se salió de nuevo en Antequera. Marcelo cerró con soleás y peteneras y puso fin a más de tres horas de flamenco donde el cante, el toque y el recuerdo estuvieron por encima de las palabras que hilaron las actuaciones.
