viernes 27 junio 2025
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Luis Martín de la Plaza, “príncipe de los poetas antequeranos”, según Jesús María Morata Pérez

Lejos de crear un sinfín de artículos de Luis Martín de la Plaza con motivo del aniversario de su fallecimiento, concluimos esta semana analizando su figura, quién fue y qué enorme legado e importancia nos ha dejado con el paso de los siglos. Para saber esos detalles entrevistamos al catedrático, Jesús María Morata Pérez, profundo conocedor del poeta sobre el que realizó su tesis doctoral.

Morata nos destaca la importancia de Martín de la Plaza: “Ha sido poco difundido hasta que han podido empezar a aparecer las ediciones, porque se conocía algo por antologías y por referencias indirectas. Cuando se puede ver el corpus entero, se puede ver perfectamente un poeta elegantísimo, el príncipe de los poetas antequeranos, por la elegancia de su estilo y además por su versatilidad, porque combinó siempre tanto el tono clasicista como el más extremo. Era capaz de cambiar de registro, cosa que no todo el mundo lo puede hacer. Antequera tiene que estar muy orgullosa de él, porque yo creo que es de los poetas antequeranos, el más perfecto, es más equilibrado. Éste juega al equilibrio clasicista, incluso cuando se hace gongorino sigue siendo absolutamente reconocible. Es un poeta extraordinario”.

En dicho punto de exquisitez nos apunta el matiz que lo hace tan particular: “Se ha dicho que tradicionalmente a partir de que Góngora publicara el ‘Polifemo’ y las ‘Soledades’ en 1613, es cuando Luis Martín empieza a ser culterano, pero no es verdad, es bastante antes, Góngora tampoco empezó a ser culterano en 1613, es ajustar ese tipo de elementos cronológicos y artísticos que merece la pena y someterlo a debate; y sobre todo, hablando de la calidad extrema de una generación, de varias generaciones de poetas en Antequera que duró un siglo. Desde mediados del siglo XV hasta bien pasado la mitad del XVII, la Escuela Antequerana existió. Sevilla no la tuvo a ese nivel. Osuna, que tenía más posibilidades, más población, más meritocracia, y universidad, no lo tiene. Y Granada incluso, la famosa Academia de Granada, duró 30 años, estos cientos y pico; lo que quiero decir es que es una maravilla de ciudad, de historia, siempre dentro del equilibrio clásico, la elegancia, la medida, la Escuela Antequerana es única y ejemplar”.

Con estas bases, y sabiendo el gran desconocimiento que existía de su poesía que no llegaba a todo el mundo y pudiendo haber elegido cualquier otro poeta de toda esa larga lista Morata se fijó en Luis Martín de la Plaza: “El mérito está en mi compañero de estudios José Lara Garrido, me dijo, hay un poeta que está en barbecho y que es muy bueno, y entonces me preguntó si quería hacer la tesis doctoral sobre él, y entonces lo hice con bastante trabajo, porque yo estaba entonces con la familia, la política, llevaba una vida muy dispersa, pero me enganchó inmediatamente y nunca lo dejé. Y entonces mi tesis doctoral versa sobre la obra completa de Luis Martín, que dio lugar a que la Diputación publicara en el año 1995 las obras completas de Luis Martín, luego la he perfeccionado un poco más, pero eso fue un impulso tremendo para el conocimiento, no solamente de Luis Martín, sino del grupo de la Escuela Antequerana”, obra que posteriormente completó con una edición de 2013 con un estudio más profundo y notas sobre los poemas y obra.

Pero, ¿quién fue Luis Martín de la Plaza?

Centrados en su figura y como recoge Morata en su libro se sacan más conclusiones sobre el autor gracias a su poesía, detalles que nos permiten conocer su admiración por Pedro Espinosa o su no mal sabor de boca tras la visita de Lope de Vega a nuestra ciudad.

De su vida conocemos poco, de hecho se desconoce la fecha concreta de su nacimiento que se establece en los primeros días de febrero, ya que se bautizó el día 5 de dicho mes de 1577 en iglesia de San Salvador, hijo de García Martín e Inés Gutiérrez. Tuvo dos hermanos, Pedro –también poeta– y Luisa. Su padre fue ropero, García Martín y falleció en 1587 cuando Luis contaba con apenas 10 años. Su madre, Inés Gutiérrez, siendo viuda “procuró estudios y carrera eclesiástica a sus dos hijos varones. Luis, tras acabar los estudios de humanidades en Antequera, marchó a la Universidad de Osuna y se graduó de bachiller en Cánones en 1597. En febrero de 1598 era capellán de la iglesia y monasterio de Santa María de Jesús (fundación de su madre) y ese mismo año recibe el presbiterado. Desde 1605 hasta 1622, al menos, es cura de la iglesia de Santa María la Mayor”. Murió con toda seguridad en Antequera en el año 1625, a los 47 años de edad el 15 de junio.

Destacan múltiples de sus composiciones, algunas de ellas presentados a los premios literarios como las las Justas Literarias por la Virgen de Monteagudo de 1608 que ganó. De su análisis poético les recordamos no dejen de leer el artículo publicado en la pasada edición de Juan Benítez.

Sin efecto de menoscabar su gran trabajo que hace por engrandecer ésta y otras figuras literarias antequeranas, reproducimos aquí alguna de las composiciones de este príncipe de los poetas antequeranos.

Soneto XVII

    “Si cuando te perdí, dulce esperanza,
mi vida se perdiera juntamente,
de aquel pasado bien al mal presente
con dolor no sintiera la mudanza.
   El daño resultó de mi tardanza,
y ahora, triste, a la ocasión ausente
suspiros doy, y tarde diligente
sigo el bien que, si huye, no se alcanza.
   Sólo me quedan para darme aliento
las memorias del bien, tan inmortales
que publican del tiempo la victoria,
   y más me ofenden, porque no hay tormento
como tener, en medio de los males,
de los bienes perdidos la memoria”.

 

Soneto XCVII. A Pedro de Espinosa

   “Pedro, el héroe a quien Juno y Euristeo
dieron sujeto de inmortal historia
no engastara en el cielo su victoria
si no desquijarara al león nemeo;
   y del valiente hijo de Peleo,
que al docto Homero encomendó su gloria,
no invidiara Alejandro la memoria
si él no ganara en Troya tal trofeo.
   Así tus hechos a un objeto aspiren
que, igualando su honor, su fama hereden,
premio que pide tan hidalgo aliento;
   no los trabajos tu valor retiren,
que contra la virtud lo mismo pueden
que la tiniebla al sol, el polvo al viento ”.

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