Manuel Vergara Carvajal (Mollina, 1941), acaba de presentar su primera obra, “Apología del aire”, un precioso libro en verso y prosa poética, en la que se nos revela como un gran escritor –que ya lo sabíamos, pues nos honra con sus colaboraciones–, pero también un espíritu sensible al máximo, con las cosas del día a día, una especie de recopilación de esas ideas y pensamientos que tenemos en nuestros tiempos –breves o amplios, de ahí lo de usar la poesía o la prosa– de descanso o reflexión íntima y personal, en esos momentos en que cerramos los ojos tras un paseo, tras cualquiera de los hechos corrientes del día, y profundizamos en lo que acabamos de vivir, encontrando belleza y significado hasta en las cosas aparentemente más nimias e insignificantes.
Todo eso y más, es esta obra, editada por la Diputación de Málaga, CEDMA, dentro de su serie dedicada a grandes poetas y escritores de nuestro tiempo o de tiempos pasados. Y de la expresión de esas sensaciones, sentimientos y reflexiones, nos surge un Manuel Vergara profundo creyente, filósofo, sentimental, sensible ante cada minuto de nuestra existencia, en los que encuentra el momento, el motivo divino o humano, pasando de lo terrenal del día a día, a profundísimas meditaciones filosóficas.
Su verso es sencillo, de ahí nuestra aseveración de que José Antonio Muñoz Rojas ya tiene sucesor, comprensible para todo el mundo, pues imaginamos destina su obra a “todos” y no a ninguna élite clasista, en una amalgama de sentimientos, de sensaciones, de vivencias, que no son “aire que va al aire”, sino que las atrapa antes de que huyan y la recoge permitiéndonos recrearnos en su sencillez, en su hermosura, en su delicadeza, en su trasfondo, en lo que hay detrás de la palabra.
Decía nuestra profesora de Filosofía, la inefable señorita Tere Muñoz, que “bello es lo que al ser contemplado por los sentidos, emociona”. Eso sentimos nosotros, recreándonos en los textos de Manuel Vergara.