La Iglesia, como todo grupo humano, tiene sus defectos y virtudes. Como suele ocurrir hoy en día y más en las redes sociales, se comparten y difunden los malos hábitos. Pero hoy toca todo lo contrario: destacar lo positivo de ella, de la vida y de nuestra ciudad.
Eran las 20 horas del domingo 5 de septiembre y las campanas repicaban por última vez para anunciar la celebración de una misa en la iglesia conventual. Se espera que en unas semanas vuelvan a repicar, con una nueva congregación de religiosos, pero no serán los franciscanos.
Desde que se anunciara su marcha oficial, que ya llevaba meses previéndose, la ciudad ha mostrado su inconformidad, pero como para en otros sectores, si no hay vocaciones, no se pueden mantener estas grandes casas.
En las próximas semanas iremos publicando varios reportajes y vídeos de sus últimas semanas, pero hoy toca compartir cuestiones que pocos saben. Religiosos que hacen el bien y no lo pregonan, lo hacen en silencio, siempre dispuestos al necesitado.
No hace falta citar a Fray Leopoldo, que estuvo, poco, pero estuvo en Antequera. Recordar al padre Paco y qué decir de Juan Jesús, siempre por delante con su entereza y humildad, emocionado al acompañarnos en los días de estos reportajes.
Los vecinos que viven por Capuchinos saben la de personas que entraban al atrio y salían con lo que ellos tenían, incluso a veces se lo quitaban ellos de su mesa. Cuando estuvo el Centro de Transeúntes, sus voluntarios, los agentes policiales y los que precisaban de su techo, recibieron comida, ropa y fueron escuchados.
Qué decir de su labor como capellanes en los conventos de Loreto, Dominicas y La Victoria. O tantos sacramentos o celebraciones especiales que cuando se les necesitaba, allí estaban. Por otro lado, han mantenido la Parroquia del Salvador, aguantaron hasta el pasado fin de semana por compromisos en sacramentos. Y cumplieron.
Por enumerar más acciones, el hoy Proyecto Humano (Proyecto Hombre) tiene un edificio en sus dependencias, sufragado en gran parte por los capuchinos. En lo que fue escuela seráfica, se tratan adicciones para mejorar la vida de los demás.
Son tantas y tantas acciones, silenciadas, calladas, pero que los vecinos y quienes conocen el día a día de la ciudad, saben que es así.
Su adiós (siempre en actitud optimista deseando que sea un hasta luego) creemos que será para siempre, aunque se momento el convento y la iglesia queda bajo su titularidad. Rezan y piden vocaciones para volver, pero mucho ha de cambiar el día a día para que vuelvan.
No pudo organizársele una misa de acción de gracias como despedida, por precaución por la pandemia. Tal vez, el mejor gesto, podría ser mantener su espíritu capuchino, ayudando a quien lo pueda necesitar, sin decir lo que se hace.
¡Gracias por estos más de 400 años, por lo que habéis hecho! Que la zona de llame Capuchinos evidencia lo arraigados que están en la zona que va desde la Avenida de la Legión hasta García Prieto.