Sin que queramos ni alarmar, ni sacar de quicio las cosas, la calle Cantareros ha sido objeto de una oleada de robos o intentos de robos que, cuando menos causaron molestias y daños en las cristaleras y escaparates. Dicen que es una banda de inmigrantes que, cuando aprieta la vigilancia en la Costa, deciden «visitar» el interior, de ahí que nos toque aguantar esos daños que, por mucho que se sepa que estamos bien seguros, causan temores en las personas que viven solas o en los comercios que, por si tienen poco con la crisis, se encuentran con estos hechos.
Hace un tiempo, el Ayuntamiento proyectó instalar cámaras de vigilancia en las calles, y ahora mismo se quiere hacer en el Polígono. ¡La que se lió! Que si derecho a la intimidad, que si democracia… Pues hace poco un amigo ha estado en Nueva York unos días, y a la vuelta nos ha contado maravillas de la ciudad más grande del mundo occidental al menos. Que si museos, que si limpieza, que si seguridad, que si espectáculos, que si… y que las calles estaban tomadas de cámaras de vigilancia. Todas las que vieron. La curiosidad les llevó a hablar con un Policía que cuando comprendió su interés, les dijo que las cámaras de cada calle están conectadas a un distrito de la Policía situado en dicha calle, las veinticuatro horas del día, con lo cual, si notaban algo raro, las patrullas que recorren las calles, a pie, en coche e incluso a caballo, acuden de inmediato al sitio en cuestión a remediar la situación.
Naturalmente, nuestro amigo –en realidad nuestros amigos–, no estuvieron en los suburbios, radicando su interés en el centro de «la ciudad de los rascacielos» que es donde comprobaron la existencia de esas cámaras. Considerando el centro comercial de la ciudad, las calles que todos sabemos, no estaría de más, volver a tomar el tema de las cámaras, para proteger comercios y hogares, y también para evitar otra serie de abusos que quedan impunes: personas que cortan las calle, para descargar lo que sea; aprendices de Lorenzo y Alonso que convierten las calles en pistas de carrera; aparcamientos indebidos…
La labor de las cámaras, no es para que nadie se entere de lo que hacemos cuando pasamos o paseamos por ellas o lo que hace una pareja sentada en un banco; lo que hacen es una labor de advertencia, de intimidación a quienes infringen las más elementales normas. Y no creemos que nadie dude de la defensa de las Libertades en los Estados Unidos, ni su estado de Democracia, pero a la hora de la verdad, son tajantes y tienen aquello de que cada cual es libre de hacer lo que quiera, mientras no afecte la libertad de un tercero. Y no quiere decir esto que, lamentablemente, no se produzcan delitos en la bellísima –por lo que nos dicen– y cosmopolita colosal ciudad, sino que se reduce su número en forma contundente. Y se evitan otros daños. Lo dicho: ¡cámaras de vigilancia, ya!