Uno de los asuntos más comentados de estas últimas semanas viene siendo el de las becas a los universitarios. El ministro responsable del ramo, opina que las becas deben darse a quien las necesite… pero las merezcan; inmediatamente, salen los demagogos pidiendo café para todos, es decir que las becas se den a todo el mundo, sin caer en si en ese “todo el mundo” entran estudiantes que realmente justifiquen necesitar la beca y merecerla, considerando esto último en demostrar que se la ganan a pulso de la única forma en que se puede hacer: sacando buenas notas, y dejando atrás ese vicio populista de no tener en cuenta las notas que justifiquen el enorme gasto –que, recordemos, pagamos todos los españoles– que se invierte en ellos. Es decir, si un estudiante no tiene medios para acceder a la Universidad, merece tener una beca, siempre y cuando demuestre con su aplicación, medida a través de las notas que obtenga a final de curso, que es acreedor a mantener dichas becas. Si por el contrario, por mucho que lo necesite, el estudiante responde a la concesión de la con un suspenso tras otro o con notas ínfimas, esa beca debe destinarse a quien realmente lo necesite, pero también haga méritos para ello.
Los demagogos, como si los euros cayeran del cielo, exigen que las becas se den a todo el mundo, sin mirar ni necesidades ni méritos y el ministro dice que esos estudiantes que no alcanzan las mínimas exigibles es posible que estén estudiando algo que no vaya con ellos, y que deberían derivarse a otros estudios, por ejemplo los profesionales, los que se dan en la Formación Profesional, que el país necesita tanto como los universitarios.
Esas críticas oportunistas, dicen que están haciendo que el Ministro se piense “rebajar” la nota mínima para acceder a las becas, lo que supondría una cobardía en toda regla y una tomadura de pelo a quienes hemos tenido que pagar los estudios de nuestros hijos sin un céntimo de ayuda o a quienes no pudimos ni soñar con acceder a la Universidad de nuestros tiempos.
La fortaleza de un Gobierno se mide por la suma de las fortalezas de sus ministros y el del señor Rajoy por la de Wert y compañía. Exigir un mínimo de 6,5 puntos, cuando la máxima de un 10, es más que razonable y si no se obtiene es por no querer estudiar, dedicándose a lo que se están dedicando en muchas Universidades –con honrosas excepciones en quienes acuden para formarse como es debido, en las Universidades que actúan correctamente– de lo que es ejemplo ese catedrático con coleta que despotrica en muchas tertulias, haciendo un daño irreparable por el ejemplo que da.
Quienes votaron al PP, y comprenden muchas medidas impopulares que se han visto obligados tomar, no consentirían esta “bajada de pantalones”, en una cuestión en la que el Ministro lleva toda la razón del mundo, mientras, una vez más, organismos europeos, señalan que en España sobran universitarios y faltan otras ramas de la Formación y el saber, a lo que añadiríamos que los españoles pagamos los estudios a quienes “fichan” otros países, lo que, se llame como se llame, es estar haciendo el tonto.