Llevamos unas semanas con protestas airadas de personas a las que desalojan de sus viviendas embargadas por falta de pago, otras pasadas de tono ante las viviendas de muchos políticos, siempre del PP, «aniversarios» de la República, con abiertos insultos contra la Monarquía y otros temas.
La protesta, es una manifestación que tiene sentido cuando se viven situaciones desesperadas, comprensibles cuando se ven impotente ante casos tan duros. En cuanto a la veda abierta contra la Casa Real, entenderíamos que protestaran contra las actuaciones de algún yerno descarriado, o «presuntamente» descarriado, pero ir contra el Rey, no tiene sentido. Ni es justo.
Nuestros políticos estarán buscando soluciones, sin demasiado éxito a lo que se ve, por el asunto de los bancos, donde el dinero que los bancos dan para hipotecar una vivienda, no es de los bancos, sino de las personas que depositan en ellos su dinero. Es lógico que los bancos reclamen el dinero por no ser suyo, sino de esas personas que depositaron sus ahorros grandes o chicos. La «culpa» es de las circunstancias que hicieron que los bancos –y algunas Cajas, claro– tuvieran mucho dinero y «abrieran la mano», dando no ya para adquirir la casa, sino para incluir coches y otros, ofreciendo el cien por cien del coste e incluso más, para hacer reformas y esas cosas. La situación ha cambiado y ahora vienen las «vacas flacas» con un agravante para los hipotecados, y es que los bancos han recibido ayudas bestiales «de todos los españoles», que es de donde el Gobierno saca el dinero para todo, mientras esa generosidad no la tienen los bancos con quienes, como antes ellos, ahora piden ayuda.
El caso de la Monarquía, no tiene sentido. El sistema, fue votado por una mayoría inmensa de españoles, y ha funcionado a la perfección. España, y los españoles, deben mucho al Rey y la Casa Real, que se ha convertido en el mejor embajador de España, como no paramos de escuchar. Pretender ahora mismo un sistema distinto es, según dicen los expertos, ignorar el final que tuvieron anteriores «ediciones», y la solución que proponen los mismos expertos, es clara: si no te gusta esto, vete a alguno de los «paraísos» donde impere el sistema que propones.
Sentadas estas bases, lo que peor vemos es que las protestas se pasan de tono; ya no es que salgan banderas tricolores, cuando a ver quién es el guapo que luce una bandera del mal llamado «aguilucho», sino que se destrozan comercios, material urbano y otros, ante la aparente pasividad de quien tenía que permitir la protesta en condiciones, pero no esos daños, ni esas amenazas familiares, ni mucho menos, acosar las Cortes, donde, entre otros, están quienes muchos consideran instigadores de estas protestas. Protestar, vale, pero hacerlo de esta forma, pasando de la libertad al libertinaje, malo, malo. La solución, no es otra que remediar las causas de todo esto y hacerlo con los acosos, no es el camino. Ni mucho menos.