Hoy sábado se celebra en Sevilla una reunión de «especialistas en aborto» que nos tememos no sea para quienes han de practicarlo por fuerza, cuando hay daños en el feto o en la madre, sino para quienes siguen las malditas teorías del aborto libre, que en España, se puede hacer a partir de los 16 años y sin conocimiento de los padres, y no en los supuestos antes citados que podrían tener disculpa.
Paralelamente a ese acto, habrá una manifestación de grupos como «Derecho a Vivir» o «Hazte oír», de ciudadanos que han comprendido que dicha Ley es una barbaridad más que sumar a los muchas leyes espantosas que se aprueban, sin respetar uno de los Derechos Humanos más importantes, cual es el «Derecho a la Vida».
En una sociedad que tiene grupos de defensa de las focas, de los visones, de los toros, no hay quien comprenda que, al mismo tiempo, se permita ese aborto libre, que conlleva –o ésa es la sensación que da a algunas entidades y personalidades de los más diversos ámbitos– una especie de incitación al desenfreno, en la juventud; un animarles a «pasar» de los padres, con lo que se atenta contra otro de los derechos, el de que los padres cuiden de sus hijos, de la misma forma que los médicos que los practiquen olvidan el juramento hipocrático que formulan al concluir sus carreras, de «defender la vida». Las cifras que se dan, son espantosas. Los casos que se cuentan, terribles. Y muchos sociólogos indican que en las madres que utilizan esa ley, queda un fondo de culpabilidad, no sólo por los criterios religiosos a que algunos achacan estas protestas, sino por atentar contra un principio de la Naturaleza, en el que, por el instinto de conservación de la especie, las madres de cualquier tipo de animales, luchan por sus crías, las defienden a muerte.
Para muchos legisladores, ni valen esas Leyes de la Naturaleza, ni el Juramento Hipocrático, ni los Derechos Humanos, ni por supuesto la más elemental de las éticas morales. Ese «Juramento» que parte de los tiempos de Hipócrates, vamos que no es cosa de este tiempo, incluye entre sus compromisos, «no permitir que prejuicios de partido político o sociales se interpongan entre mi deber y mi conciencia»; «no prestaré colaboración alguna a los poderes políticos que pretendan degradar la relación médico-enfermo restringiendo… la objeción de conciencia», «guardaré el máximo respeto a la vida y dignidad humanas»…
Esas éticas morales, los organismos religiosos, abogan por educar adecuadamente a la juventud, por facilitar la vida a las chicas que quedan embarazadas, por acogerlas, por ayudarles a salir adelante, sin caer en la barbaridad de cortar la vida a un ser vivo… aunque haya políticos –ellas y ellos– que digan que un feto «no está vivo», y por tanto, restan importancia al aborto.
Miedo nos da una Sociedad que consienta estas cosas, porque no se sabe cuál será el siguiente paso…