No son pocos los organismos de todas las tendencias que reclaman disminuya el número de políticos, en los ayuntamientos, diputaciones, Juntas, Senado o incluso en el Congreso, para evitar afectar, ni tocar, el llamado «estado del bienestar». Y la propuesta es muy bien acogida por un gran número de españoles que tienen en cuenta varias circunstancias: primero, que en cada uno de los estamentos citados –ayuntamientos, diputaciones, Juntas, Senado o Congreso– sus miembros no votan «en libertad», sino que unánimemente votan «lo que les mandan». ¿Recuerda alguien que un político de un grupo haya votado distinto a lo que le dice su partido? Puestos a recordar, en el caso de nuestro Ayuntamiento, nos hemos remontado a una votación de propuesta del PSOE en la que su concejal José Cobos, se abstuvo en una propuesta sobre el aborto. Así que bastaría con que, salvo el equipo de gobierno, un político votara en nombre de su grupo, aligerando los presupuestos local, provincial, regional y nacional, cuyo número de políticos es elevadísimo sin que sirva para nada, con organismos como el Senado que, literalmente, da la sensación de que pintan poco para la Política.
Teniendo en cuenta que los candidatos, cuando se presentan, proceden de colegios, institutos, empresas, que tienen su profesión, tendría que valorarse, muy a fondo, lo que pueden aportar a la Política Nacional, y si a nadie le tiembla el pulso cuando fija la subida de los impuestos, de los precios de materias básicas para los españoles, tampoco debería temblarles a la hora de recortar el número de políticos en cada institución hasta los imprescindiblemente necesarios. El ahorro sería enorme.
Igual pasa con otra cosa que incide en los beneficios de Bancos y Cajas, el número de miembros de sus Consejos de Administración que, como se demuestra, en muchos casos, responden más al deseo de «colocar» a adictos destacados de los grupos, que a la necesidad de las Cajas. Hay un detalle que apoya cuanto decimos: hace nada, el sistema financiero español merecía matrícula de honor y no hay más que ver la calificación que nos otorgan. ¿Para qué esos Consejos multitudinarios llenos de compensaciones económicas por pertenecer a ellos o asistir a sus reuniones?
En uno y otro caso, y dejando claro las excepciones de rigor que justifican lo que hacen y sus aportaciones en los casos realmente necesarios, «se tira» un dinero hoy más necesario que nunca. En tiempos de bonanza, cuando las entidades produzcan beneficios suficientes, valga lo que consideren, pero en tiempos como los que corren, debería imponerse la lógica.
Todo antes que recortar capítulos como la Sanidad, las pensiones, los sueldos, o las subidas de los carburantes, de muchos impuestos que afectan al resto de los españoles y cuyos efectos se notan menos gracias a entidades como Cáritas, que presta un servicio impagable a los españoles necesitados que son muchos más de los que nos creemos.
¡Bien, pues, a esa iniciativa de los recortes de nóminas de políticos sin oficio pero con beneficio!, salvo los citados casos en que sean absolutamente necesarios.