jueves 21 noviembre 2024
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El Anillo Ferroviario, ejemplo de falta de claridad

Hablando con un tan admirado como estimado colaborador, surgió el otro día la controversia del ya celebérrimo «Anillo Ferroviario» y salió a la palestra un ejemplo perfecto de la realidad del dicho de aquel gran poeta y pensador que fue Ramón de Campoamor: «En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, que las cosas son del color, según el cristal con que se miran». Pues eso le pasa al «Anillo»: unos dicen que va a crear puestos de trabajo sin fin, que habrá más puestos de trabajo indirectos, que va a ser una panacea, vamos, para la economía antequerana, o al menos una oportuna inyección de trabajo en momentos como los que vivimos, y que podemos perder la oportunidad célebre de la instalación en Antequera de la fábrica de los Land Rover y todas las que surgieron, como industrias auxiliares, a su alrededor; otros, no sólo los afectados por las zonas por las que se instalará esa «pista de pruebas de la alta velocidad», sino personas que ven las cosas desde otro aspecto, denuncian muchos «contras»: que si va a quebrar la vega en zonas muy productivas, que si los puestos de trabajo «buenos» se los lleva –¿cómo no?– Málaga; que si pagan una porquería por los terrenos a expropiar, según dicen que está ocurriendo con los afectados por el AVE a Granada y la nueva Estación; que si se crearán murallas de cemento; que si… Lo dicho: depende del color con que se mire el tema.

 

Quizá nos hayamos acostumbrado a acatar los «ordeno y mando» que nos llegan desde todos los puntos, o quizá demos por bueno lo que se anuncie, desde donde sea, pensando que nadie va a querer hacer algo «malo» a propósito… Pero también hay quien dice que nuestras autoridades tienen que cumplir «lo que venga de arriba» y ya está, y se tienen que «tragar sapos» –no nos referimos concretamente a este caso, por lo que exponemos enseguida– y presentar sólo los aspectos «buenos y gratos» de esas órdenes a que nos referimos, sin la cara del «otro» color.

Algo así pensamos que ocurre con el anillo de ADIF. Nos da la sensación de que todo el mundo habla de él, sin conocer a fondo el proyecto, entre otras cuestiones, porque no se ha informado adecuadamente. Hubiera sido conveniente convocar una especie de asamblea con los afectados y responder a las cuestiones que ahora se plantean; convencerles y no imponerles; explicarles y no provocar las quejas, las protestas que surgen por todas partes.

En una palabra, reunir a los promotores y artífices del proyecto, explicarles término a término su contenido, responder a lo que, por afectarles directamente, ellos claman y, al menos aparentemente, con razón, sobre qué pasa con los muros de cemento que los peraltes harán necesarios, por qué se ha escogido este itinerario y no otro, si sería posible variar el recorrido para que afectara a tierras con menos valor o menos productivas…

O sea que estamos entre el evitar lo que pasó con Santana y el no aplastar a todo el mundo por la fuerza. Lo del cristal ése de Campoamor, vamos.

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