viernes 22 noviembre 2024
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Exportar industrias o ser un país de servicios

El pasado martes, el presidente del BEC, expresaba su aprobación a los planes para crear empleo y mejorar la economía española, propuestos por el Presidente Rajoy, que recibía así un espaldarazo fortísimo a sus proyectos. Rajoy, reconocía que «Estos recortes no iban en mi campaña electoral, pero eran mi deber», elogiable medida que daba primacía a lo que realmente importa, por mucho que le critiquen hasta los que nos han llevado a esta situación.

Pero, enseguida, tanto el presidente económico europeo como el propio Rajoy, dicen que hay que mantenerse firmes, en torno a lo cual, hemos comentado en más de una ocasión que los mejores tiempos económicos para Antequera fueron aquéllos en los que la economía florecía en torno a la agricultura, la ganadería o la industria de la fundición, mantas, cuero, o los mismísimos mantecados, que llegaron a tener varias fábricas que exportaban a toda España. La pérdida generacional de «antequeranos industriales», salvo excepciones elogiables, ha dado paso a una «Antequera de servicios» en un ejemplo que hoy extrapolamos a España. Efectivamente, España, y en concreto Andalucía, iba a ser «la California europea», idea y objetivo que no se cumplen, para dar paso a un país de servicios, cuyas mejores épocas son aquéllas en las que el Turismo abunda, creando muchos puestos efímeros de trabajo en ese sector. Creemos que no es ni bueno ni malo, sino la constatación de un fracaso colectivo de aquellos propósitos californianos, a causa de que España ni pudo, ni supo, incorporarse a las naciones de alto valor productivo, aduciendo diversas quejas y razones, que deben ser falsas, cuando florecen por doquier industrias y comercios de empresarios chinos con un espíritu emprendedor que les está dando grandiosos resultados, transformados en el dinero que los industriales de origen asiático y muchos nacidos ya en España, envían a su país. Aquí, por el contrario, acaban de abrir en Madrid los brazos, a un mundo de casinos y de centros de convenciones, que ninguna Administración en su sano juicio habría rechazado, sobre todo con seis millones de parados, cuando esa empresa, sólo con el movimiento de tierras generará un buen número de puestos de trabajo y cuando se abra, muchos empleos de bajo valor añadido. La parte negativa es que la industria, en aquella zona, despreciará el valor de las exportaciones tradicionales.

 

Naturalmente, a la vista del número de puestos de trabajo que se anuncian, ha habido peleas por acoger esa «industria», que exigirá bonificaciones en impuestos y todo lo que le cuelgue, porque muchos jóvenes –miles, según los planes, aunque seguro que como en tantos casos (de los que aquí tenemos algún ejemplo) luego quedan en menos– tendrán salida que ahora no tienen.

Siguen faltando grandes planes de industrialización, como los casos ejemplares de Alemania o China, basados en producir mucho y vender y exportar, como solución a largo plazo; lo otro, planes temporales, parches.

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