Un recurrente tema del momento, por parte de quienes no paran de buscarle las cuatro patas al gato, es el de los universitarios. Según datos que hemos leído en algún sitio, una plaza de universitario nos cuesta a los españoles que en una inmensa mayor parte no pudimos ir a la Universidad, más de 60.000 euros, de los que el alumno paga unos 15.000; el resto hasta los 60.000, es decir 45.000 lo paga «el Estado», es decir los presupuestos que nos sacan o pagamos. De siempre se ha pintado la vida del estudiante como cómoda o placentera, de ahí que el joven esté mucho mejor en la Universidad que trabajando como los demás; estudia lo que puede y si no suspenden, pues a repetir, que aquí estamos los españolitos para pagarles sus 45.000 euros anuales.
Naturalmente, hay muchos buenos estudiantes que conscientes del sacrificio de sus padres, de la sociedad, «aprietan» los codos y se esfuerzan por ser buenos titulados universitarios.
En más de una ocasión los hemos destacado, pero por desgracia ahí está la realidad de los organismos europeos que dicen claramente que los alumnos españoles son los peor preparados de Europa, distinción que por un lado debería llenar de vergüenza a alumnos y profesores, casi tanta como la indignación que produce a los «paganos» ver lo que se hace con su dinero.
Y viene la cosa a cuenta, porque echamos de menos entre tantas «lumbreras», alguien que en situaciones como las que vivimos no saltara demostrando sus estudios y progresos y señalando el camino a seguir, ese camino que nos amarga la vida cada mañana cuando leemos o escuchamos «que nos van a intervenir», que «sube la prima de riesgo» o que «no podemos colocar más deuda». Si hubiera gente preparada, respondería a los agoreros e interpelaría a los políticos sin temor señalando un camino que mejore este suplicio diario, la incertidumbre –porque nadie habla claro– y no sabemos la mayoría, lo que está pasando, por mucho que nuestro presidente de Gobierno busque la foto tranquilizadora con Obama, Merkel, los 20 o los 40 «principales» para buscar no sabemos qué.
Pero es que tampoco hemos escuchado, salvo en alguna de esas tribunas televisivas que parecen tener por finalidad cubrir los horarios de programación, a catedráticos que demuestren su preparación, su importancia y el por qué cobran lo que dicen que cobran, que les digan a los políticos el camino a seguir.
Y a los políticos les falta el valor –que da pie a que la gente piense que esconden algo negativo– para exigir a los responsables de los follones que se han liado en bancos, cajas y autonomías, antes de nada el dinero «desaparecido» y enseguida, las responsabilidades pertinentes. Y hay un peligro, que ya vocean algunos: no creer en el sistema político, no creer en la preparación y formación de quienes se hacen responsables de estas situaciones. ¿Habrá que citar ejemplos?
Y mientras los «culpables» de lo que pasa, tratando de echarle la responsabilidad a los «rivales».