En nuestra anterior edición planteábamos dos caras de la Semana Santa: una, su sentido religioso profundo por el que no cesan de clamar nuestros sacerdotes, unido a labores de caridad, de amor al prójimo, de acordarnos de los demás y acompañarlo de la ayuda que se pueda, vía prescindir de esas comidas y copas al uso; dos, las procesiones.
Buena asistencia a los oficios, aunque echemos de menos los que se celebraban en San Sebastián, con el Ayuntamiento en pleno (representan a la ciudad, no a sí mismos), la simbólica entrega de la llave del Monumento al alcalde mientras el vicario se quedaba con la otra. (En Zaragoza (PSOE) se sigue haciendo y no pasa nada).
De las procesiones hablamos, en este número, completando el esfuerzo incalculable de nuestra “sección digital”, durante cada día de la Semana Santa, con un número de entradas impensable, y algunas tan emotivas como un mensaje de agradecimiento que nos llegó desde Londres.
Pero hay una tercera cara y es la de la economía: hoteles a tope, con un “completo” en muchos casos y la mayoría de días de la Semana Santa; restaurantes sin capacidad para absorber tanta demanda, a la hora de los desayunos, de la copa, del almuerzo, el café o la cena.
Miles de visitantes, con nutrida presencia de extranjeros embobados ante lo que contemplaban en nuestras calles, y recreándose en lo bonita que está la ciudad tras el esfuerzo del Ayuntamiento, arreglando calles y plazas, creándolas donde no las había o “rellenando” las que estaban “vacías”, repasando los jardines, arreglando templos… Son los turistas que ya conocen nuestra Semana Santa, los queridos paisanos que vuelven, o el “boca a boca” que ha suplido la promoción que una vez más los medios informativos malagueños y andaluces omitieron.
Este aspecto económico turístico, no ha quedado sólo en la ocupación hotelera o en los restaurantes, sino que cada una de ellas fue “tirando” de otros aspectos: en los desayunos, en los almuerzos, en las meriendas y cenas, se consumía productos antequeranos, a saber: molletes, pan, aceites, carnes, frutas, verduras y otros, que suponían compras en panaderías, carnicerías, fruterías, pescaderías y comercios en general, habiéndose visto, también, muy animados algunos comercios y grandes superficies.
Todo ello hizo reforzar algunas contrataciones de personal, que debe seguir cara al verano, gracias al buen tiempo que la naturaleza nos ha regalado, con sol radiante todos los días, temperaturas muy agradables rozando el calor y noches templadas y suaves, que aprovechaban los incansables servicios de Limpieza para dejar las calles “nuevas”, en trabajo digno de agradecer siempre pero más en estas fechas en los que los demás disfrutábamos y ellos trabajaban para nosotros.
Las visitas a Los Dólmenes, El Torcal, los Museos todos, El Castillo, las iglesias –en especial los días en que de ellas salían procesiones–, se multiplicaron animando a hacer paradas en los establecimientos de restauración y cafeterías.
Por todo ello, gran Semana Santa como mejor respuesta a algunos comentarios previos.