jueves 21 noviembre 2024
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La veleta que marca el sentido común

Siempre nos llamaba la atención de pequeños cuando las personas mayores nos indicaban que según de dónde procedía el viento, se avecinaba o no una fuerte tormenta.

Sin ir más lejos, el Viernes Santo, allá arriba por Jesús, salía un hermanaco ligado al campo, mojaba un dedo suyo, lo elevaba y lo fijaba en dirección al Torcal y daba su consejo si podía salir o no. Nos asombraba que en la gran mayoría de ocasiones, acertaba. Se creía en las personas.

Hoy, unos cuarenta años después, ya no nos hacen falta esa experiencia de años. Tenemos los móviles y los ordenadores; que por cierto, prevén fenómenos atmosféricos, pero también se equivocan, quizá hasta más veces que ese hermanaco del campo.

No había entonces ni las hay ahora, máquinas para guiarnos por dónde seguir en esta vida. Pero sí existían unos valores, o la misma conciencia para entender si se obra bien o no. Hoy, cada vez más, nos basamos en la apariencia y no nos dejamos llevar por la valía, el corazón y las buenas intenciones. Si hace falta, traicionas al mejor amigo, incluso a un hermano o tu mayor defensor.

Aunque totalmente seguros que siempre existió, palpamos que hoy cada vez nos dejamos llevar por como nos cae una persona y no por sus cualidades. Si no eres simpático, te sabes el último chiste o no ríes las gracias, quedarás apartado.

Y más aún, si ya no estás en primera fila, buscarás no cómo regresar a ella, sino en desprestigiar al otro para que si cae, tú vuelvas a ese sitio.

Nos dejamos llevar por lo que nos dicen, sin comprobar el motivo de la discordia. Actuaremos según tengamos en estima a esa persona. Es como llevar treinta años al mando de una casa, de una institución y no corregir un problema… y cuando ya no estás al frente, al poco tiempo, cuestionas con dureza lo que no hiciste y quieres ahora que el otro solucione de inmediato.

Pero seguimos confiando en una sociedad, en unas administraciones políticas en las que prime el interés común al de las siglas de un partido. Únicamente en ese momento, los políticos volverán a ver cómo el pueblo confía en ellos. Mientras, seguirán esas historias de revancha y de operaciones oscuras para desprestigiar al otro, aunque lleve razón y no quien inicie esa protesta.

El problema radica en que llevamos unos años viendo repetida esta secuencia y podemos llegar al gran problema que se normalice y se tolere como nuevo valor de nuestras vidas, de nuestra sociedad, de nuestras vidas.

Mientras que haya alguien que considere que no es justo como se obra, hay esperanza de cambiar este mundo donde cada día nos damos cuenta que nos lo estamos cargando. Aunque puede ser que nos vayamos haciendo mayores, pero cada vez estamos más lejos de lo que queríamos hacer cuando éramos pequeños.

Entre todos podemos crear aún un mundo más y mejor o seguir atrapados en esas maniobras donde lo importante es mantenerse en el poder o en la oposición, a costa de los ciudadanos, que son quienes al final pagan las consecuencias al no tener solucionadas sus necesidades esenciales donde hoy se vende como logro, que se trabaje, actúe o se invierta.

Tanto acceso tenemos a la información que dejamos a un lado el espíritu crítico de la juventud, como bien apuntó la profesora de la Universidad de Málaga, María Luisa Gómez Moreno, en la presentación del libro “Pinceladas” de Antonio Alcaide. ¿Nos movilizamos o lo seguimos viendo venir?

 

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