A lo largo de los siglos, las cofradías han tenido una misión en la sociedad. Además de venerar y procesionar a sus imágenes titulares, hasta atender los entierros de sus cofrades, las necesidades espirituales, la formación, la caridad… Hoy, dos años después de la pandemia, nos preparamos ante una nueva Semana Santa con procesiones… Recorriendo el día a día de la ciudad: ¿están las cofradías en puertas de una actualización de sus cometidos?
Como todo en la vida, están dentro de esa globalización del día a día. Los medios de comunicación y las redes sociales hacen que se comparta todo y que cada vez haya un estilo más extenso y único con las raíces sevillanas y lo portentoso de Málaga.
En primer lugar, estamos seguros que cada hermandad buscará fomentar la devoción de las imágenes. Acercamiento al devoto el máximo número de días: apertura de templos, cultos internos, ventanitas exteriores, cámaras en sus capillas…
En segundo lugar, las procesiones deben servir para que el pueblo vea cómo las sagradas imágenes bendicen las calles y éstas emocionen los corazones de quienes salen a su búsqueda para pedirles y darles gracias. Todo lo demás, está muy bien (magnas, visitas, turismo, música…), pero no podemos caer en el error de ser museos turísticos. Se puede dar el caso y es admisible, pero se desacraliza el fin inicial de una procesión.
En tercer lugar, las cofradías tienen que buscar cómo seguir conectadas a la realidad social. Se habla mucho de las bolsas de caridad de capitales y otras poblaciones. En Antequera, se escucha, hay ejemplos (los 3.000 euros para el traje de Natalia), pero ¿se podría hacer más o se hace y no se dice?
Es complicado, cuesta, pero… ¿esta conexión no es fundamental para ser útiles a la sociedad? Sin entrar en polémicas, ¿nos percatamos del contraste de hablarse más de cofradías por el cabildo de salida de una hermandad que de la aportación a la campaña del traje de Natalia?
Las cofradías son un colectivo donde se habla más de sus defectos que de sus virtudes en muchos casos. Es hora de hacer un cambio, como el que se respira de las nuevas generaciones que se esmeran en esos altares y decoraciones hasta ahora poco vistas por aquí.
Pero que no se pierda lo más importante que es la fe y la devoción de un barrio, de una ciudad a una imagen. Ellas permanecen con el paso de los siglos, nosotros estamos de paso; pero de nuestra parte depende que sigan teniendo devoción y sentido en el siglo XXI y que no se conviertan en una obra de arte expuesta en un museo.
La sociedad de la pandemia precisa de imágenes a las que rezar y agradecer y de cofradías que tengan entre sus prioridades el estar con los problemas de la sociedad actual. Un mensaje en una red social, lo hace cualquiera, pero una cofradía siempre ha buscado su sitio.
A los cultos en templo, enterramientos de cofrades, labor social y caritativa, se reclama un cambio en las estructuras internas donde todos se sientan parte de la hermandad que lleva el nombre de esa imagen devocional.
El mejor ramillete de flores, el más bello manto, la corona más reluciente… creemos que deben ser esos penitentes que alumbren, los que puedan ir el máximo tiempo a rezarles en sus templos, a acompañarles en sus procesiones… ahora, como ayer y como mañana. Seguro que estamos en ese camino.