En la vida, en muchas ocasiones, no se aprecia lo que tienes hasta que lo pierdes. Hoy traemos a estas páginas la libertad de correr, de jugar, de abrazar, de estar con amigos y familiares, de los más pequeños de la casa: los niños.
Son el ejemplo de cumplir las normas, pese a su corta edad. Asumieron la pandemia, el llevar mascarilla y el resignarse a lo que un pequeño hace: jugar, ir al “cole”, estar con los amigos, pasear, subirse en los parques, viajar, dar abrazos a los abuelos, ir a las fiestas de “cumples”…
Hoy, un año después de poder volver a salir a la calle, aún no se sabe qué pasará con la vacuna para todos ellos, pero van a terminar el curso, pese al pesimismo que no se iba a llegar a octubre. Quizá como la vida misma, la culpa no es de los colegios, es de las casas. La responsabilidad, una vez más, se demuestra que no es de los profesores, es de lo que cada uno haga individualmente.
A lo que íbamos. Tuvimos la oportunidad de ver la cara de una pequeña cuando se enteraba que volvían los “cacharritos”; y no un fin de semana: ¡10 días! Se llevaban semanas comentando y se volvía a especular en la necesidad o no de tener una feria.
En un año con tantas barbaridades, cambios de política, de restricciones o consejos: ¿nadie ha pensado en los más pequeños? Creemos que no, al menos desde las autoridades públicas.
Al igual que al final la responsabilidad es de cada uno, lo mismo pasará estos diez días. Si puedes pasear por la calle, sentarte, entrar o reunirte con precaución, ¿por qué no en una atracción mecánica?
El Alcalde lo ha dejado claro: “Que vivamos la feria, que va a ser distinta, pero va a ser la Feria de Primavera de Antequera, que especialmente se la dediquemos a los niños y que la disfruten con las medidas de seguridad y que piensen que va dirigida a los más pequeños”.
Como en cualquier espacio, existe un riesgo, pero al final puede depender de cada uno. De cumplir desde que salgamos de casa, de llevar mascarilla, gel y guardar las distancias de seguridad. De quedarse en casa ante riesgo de tener fiebre. De respetar las normas de entrada al recinto y a cada atracción. De exigir que se cumplan, y de insistir en lo que está siendo lo más eficaz: mascarilla, distancia y limpiar las manos.
Los niños están ante diez días mágicos, que independientemente de la pandemia, todos han tenido un respiro y ellos no podían ser menos.
Que cuando vayamos con ellos, recuperemos el niño que llevamos dentro, que no lo perdamos por el mayor tiempo posible. Una sonrisa, un abrazo, un viaje en el látigo, en el tren de la bruja o en los coches de choque, puede ser un gran regalo para un año de pesadilla.
Luego, ya habrá tiempo para los problemas del día a día. De las necesidades de respaldar la natalidad, de las ayudas a las familias, de la Educación, la Sanidad, la Cultura y la vida en sí. Que por muchos choques que tengamos, sustos o cosquilleos dentro al subirse a una atracción, hagamos sacar al niño que llevamos dentro. Quizá, la vida nos iría mejor que cuando nos hacemos los adultos.