viernes 22 noviembre 2024
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Parar, dejar el móvil y vivir lo que ven nuestros ojos

Mientras que lees esta página, ¿cuántas veces te va a sonar el móvil? ¿Serás capaz de terminar de leerlo o no podrás guardar la tentación de saber si es un mensaje, un whatsapp, una mención o una llamada?

Vivimos tan al límite, esclavos del móvil, que no disfrutamos de lo que ven nuestros ojos, escuchan nuestros oídos, siente nuestro corazón y recuerda nuestra cabeza. 

Al igual que se recomienda una hora de ejercicio andando, tantas horas de sueño y una hora “gratis” de luz… ¿ha llegado el momento de al menos una hora sin móvil? ¡Con lo bien que se vivía! Sí, por supuesto, nos da proximidad y muchas ventajas, pero… ¿no estamos ante una nueva adicción que está creando males en las conductas?

Pocos se harán eco del mal de los móviles por el dinero que mueve. Sólo los que padecen algún problema saben lo malo que puede ser. Por eso, sería bueno educar en el uso del mismo. Ser periodista  y tener que intentar que estar atento a las redes sociales te hace ver cómo estudiantes tuitean en horas de clase, trabajadores en horas de jornada laboral o cualquier persona a horas imposibles de pensar.

Si no se pueden controlar los perfiles falsos, peor se pone si se quiere controlar su uso. Debe surgir la educación en casa y los valores. Todo tiene su uso, pero los abusos no son buenos. 

En los últimos meses, hemos podido estar en reuniones donde se pone ya como condición dejar el móvil en la entrada o apagarlo. O que pague la caña quien antes coja el móvil. Son alternativas a poder regular algo que traerá sus consecuencias.

También conocemos quien pide un “examen de conciencia del móvil”. ¿Qué he conseguido con estar hoy seis horas enganchado al móvil? Todo es bueno y preciso, pero en su justa medida. Hay una frase que compartimos que hemos leído en Internet: “La vida es eso que pasa mientras miras tu móvil”.

Marisa Martín, el alma de Proyecto Humano lo decía en una reciente entrevista: “Más que una edad, un padre y una madre tienen que conocer la madurez de su hijo. Hay chavales que con 20 años no deberían acceder a ellos; y sin embargo, con 13, podrían tenerlos si tienen sus bases de manejo óptimo”.

Si un móvil puede salvar una vida llamando a una ambulancia en una emergencia, o a la policía, también tiene su mal uso. “Hay una muchacha con 14 años que ha entrado en una secta comercial donde le inducen a que haga unos hábitos que terminan en que estén las 24 horas gastando dinero desde las redes sociales”. Nada que comentar.

El móvil, como cualquier utensilio o gesto en la vida, tiene sus ventajas e incovenientes. Todo, como recogía Ramón de Campoamor en “Las Doloras“: “Y es que en el mundo traidor nada hay verdad ni mentira; todo es según el color del cristal con que se mira”.

Pues viene al caso y como todo en la vida, seamos capaz de aprovechar nuestro día a día por nuestros propios sentidos y dejar para las máquinas las cosas que no podamos alcanzar. Que no haya que perder algo para lamentar el tiempo perdido…

 

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