«Inyecciones» a Bancos y Cajas, para que puedan dar créditos. Perfecto. A causa de la enorme cantidad de dinero que tienen «prisionero» por las inversiones brutales –pero cuando se dieron, respondiendo, a operaciones bien planteadas– conocidas como «del ladrillo», las entidades financieras –para ser justos algunas–, se quedaron casi sin dinero para lo que es la base de su negocio: que la gente deposite su dinero y para pagarle sus réditos (y obtener sus beneficios que pagan el personal y todo eso), prestarlo a quien lo pide. Por lo general, y salvo excepciones muy contadas, ese dinero de los clientes, se concedía en forma de préstamos a peticiones muy bien documentadas, fiables, lógicas… y contando con el aval de unos fiadores. Hasta aquí, bien; pero viene el «boom» de la construcción y al quedar sin vender tantísimos pisos, fallan los pagos de las hipotecas, con lo que las entidades financieras tienen que hacerse cargo de ellas, de forma que, en lugar de tener el dinero disponible, lo tienen representado en viviendas. Las exigencias de las cúpulas de las entidades (ganar dinero, aumentar los pasivos, aumentarlos, como sea) fuerzan a los responsables de las oficinas a incluso «pelear» por dar los créditos…
De siempre, el Banco de España, tiene que estar encima de las entidades, para vigilar lo que se suele llamar «concentración de riesgos», para evitar precisamente lo que ha pasado, porque lejos de cumplir con su deber, el Banco de España, incluso no haciendo caso de los informes que sus inspectores le enviaban, «se hizo el sordo», hasta terminar como hemos terminado.
Ahora, aparte inyectar dinero, que bueno que no sea a fondo perdido pero el caso es que podían destinarlo a otras cosas y lo destinan a salvar los bancos, comprando acciones, está exigiendo «fusiones», que dudamos lo que vayan a resolver. Las Cajas, han funcionado solas siempre –ahí está el caso de Unicaja que es de las que se salvan de este jaleo–, pero fusionar a una entidad que va bien con otra que va mal, es destinar lo bueno que tienen las sanas, a tratar de aliviar los daños de las otras, en las que quizás por casualidad abundan los políticos «colocados» por unos y otros partidos, mientras que, en las sanas, habrá políticos «por imperativo legal», pero hay grandes profesionales que conducen con manos firme su timón. ¿No sería mejor, entonces, dejar que funcionen como vienen haciéndolo las que están saneadas, y buscarle remedio a las otras? Y como es natural denunciando judicialmente a los malos gestores que se dice han actuado en beneficio propio, vías «despedidas», «pensiones vitalicias» y similares, a fin de que, igual que se han lucrado «presuntamente» de forma ilegal, suelten hasta el último céntimo mal acopiado. Si sumamos los «números rojos» de las entidades financieras –como si no tuviéramos bastante con los de los ayuntamientos, comunidades y gobierno central–, y se recuperaran, el déficit nacional quedaría, seguro, muy aliviado.