viernes 22 noviembre 2024
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Santa en el Cielo, ya lo es en la Tierra: Teresa de Calcuta

El Papa Francisco, que la conoció por sus obras –“Por sus obras a conoceréis”–, la canonizó el pasado domingo, y no lo hizo solo, estuvo acompañado por el sentimiento de todo el mundo que la conoció por sus obras y por su fama de una monja que entra a un convento, pero se da cuenta que fuera de él hay mucho más que hacer que dentro de sus paredes y decidió salir para recorrer el mundo y atender como podía a los necesitados. 
 
Pero no solamente a los que piden limosna, sino a los que la gente ni mira, porque dan algo más que lástima pues por su aspecto repugnan, a los enfermos abandonados, a los niños desahuciados, a los mayores olvidados. Vamos que no era atenderles en un hospital, con sus batas y eso, sino metiéndose en los barrios a los que no va nadie, en los suburbios más míseros. Y no se limitaba a decir “lo que había que hacer”, sino que se remangaba las mangas y lo hacía la primera, dando ejemplo.  
 
Así recorre el mundo de los pobres y se da cuenta de las injusticias de los mundos, y no para hasta hablar con los grandes líderes a los que expone la situación de esos pobres, recalcando la barbaridad de que en unos países haya miserias tan grandes, mientras otros despilfarran, gastan en armamentos espantosos… 
 
Su fama se multiplica al difundirse por los incrédulos medios de información, y el mundo se asombra. Los grandes líderes mundiales la reciben –la Reina Doña Sofía presume de ser gran amiga suya–, y comienzan las grandes ayudas que le sirven para ir paliando casos, pero sobre todo sigue con sus atenciones personales a los más abandonados, a los más necesitados.
 
Le otorgan el Premio Nobel acogido con mayor unanimidad del público: otros parches que se tapan. Naturalmente, el Vaticano les abre sus puertas y no le esconde su admiración, su agradecimiento a través de diversos Pontífices, que la consideran una amiga, además de un ejemplo y un regalo de Dios para los desesperados. 
 
Enseguida le salen mujeres de todo el mundo que quieren ayudarla, seguir sus pasos, propagar su ejemplo en todos sitios, mientras ella, incansable, ni enferma para de hacer el bien, de recorrer el mundo, de mezclarse con los más necesitados y llevar esperanza, amor y, sobre todo caridad.
 
Su muerte, en 1997, conmocionó al mundo, pero sobre todo al mundo de los más necesitados, de los abandonados, de los parias… Y si para muchas personas era “santa”, empezó a extenderse como una mancha de aceite, como un clamor, una petición al Papa: que la Iglesia reconociera su ejemplo, su vida, su obra sobre todo, y la subiera a los altares. 
 
Es lo que el Papa Francisco cumplió a mediodía del pasado domingo, con el Patio de San Pedro abarrotado como pocas veces se ha visto, a todas las cuales, y a quienes seguían el acto por televisión y radio, el Papa Francisco les advirtió que costaría trabajo llamarla “Santa” y que estaba seguro de que para muchos seguiría siendo “Madre Teresa de Calcuta”. Que ruegue a Dios por nosotros, por todos.        
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