Está claro –lo reconocen hasta algunos «barones» del PSOE– que Rajoy está tomando todas las medidas que están a su alcance, con la nobleza de reconocer varias cosas: una, que van en contra del programa con el que se presentó a las elecciones que ganaría, luego, por «goleada»; dos, que no le gusta tener que tomarlas; tres, que no tiene más remedio que tomarlas, entre otras cosas porque le vienen «recomendadas» –creemos que quiere decir «impuestas» por la autoridad económica europea, o sea Alemania, como condición «sine qua non» para que nos den los préstamos que son para reactivar la economía española desde los bancos, a fin de proveerlos de dinero que permita mantener y crear puestos de trabajo, fundamental ahora mismo. Evidentemente, crear puestos de trabajo es disminuir el paro, activar muchos sectores de la Economía o mantenerlos– con lo que el Estado cobrará impuestos, pagará menos subvenciones del paro, aumentarán los fondos de la Seguridad Social por las deducciones legales en las nóminas y todo eso.
Impotentes, los españoles asisten a una situación de auténtica pena, que está originando protestas lógicas en quienes las padecen o van a padecer: los funcionarios oficiales de todo tipo, los pensionistas que tienen que pagar una parte de las medicinas que les recetan y toda la retahíla de cosas que se anuncian. (Por cierto, muchos de los que protestan tienen razón, pero otros no quieren comprender el hecho demoledor de que mientras en el último año se «creaban» trescientos mil parados, aumentaba en tres mil el número de funcionarios. Otros sectores, no paran de recalcar que es absurdo –y no se pueden mantener bajo ningún concepto– la duplicidad de funciones de Consejerías y Ministerios, pues por su naturaleza deberían ser las mismas para todos los españoles, entiéndanse, cuando menos, Salud, Educación y Justicia, pues resulta inconcebible que los españoles de una autonomía tengan derecho a un tipo de Salud, de Educación o de Administración de la Justicia, y otros españoles de distintas autonomías, los tengan distintos.
Sentado todo esto, y cuando se rumorea que el señor Rajoy piensa hacer cambios en su equipo ministerial, sería una medida que quien, a pesar de sus ganas y buena voluntad, no encuentra soluciones para hacer algo más que los recortes, deje paso a otros expertos que sí que tengan ideas que palien la situación.
El hoy denostado Rato, cuando el «milagro Aznar», que dio la vuelta a nuestra situación económica, puso sobre la mesa una serie de medidas que obraron el milagro de situar a España a cabeza de Europa, que ya es situar. Bueno, pues hoy, hacen falta «Ratos» que se quiebren la cabeza e ideen lo que el actual equipo no puede o no sabe. Empeñarse en mantenerlos, es un error, y a Rajoy no debería temblarle el pulso.
El ejemplo lo ha dado Arenas, renunciando a su presidencia andaluza, vistos los resultados de las elecciones, muy brillantes, pero no lo suficiente como para mandar en Andalucía. En otras palabras, el que vale, que siga; el que no, gracias y que deje paso a otro.