Nadie obliga a nadie a ser político. Y tienen su mérito: renuncian a vidas más o menos tranquilas, a vocaciones y profesiones, a dedicaciones plenas a sus familias, a sus gustos pero, insistimos, nadie les obliga a ello, porque aparte los citados, hay quien se opina que en esa honrosa profesión se cuelan personas que no tienen oficio ni beneficio y lo buscan en los sillones de los parlamentos regionales o nacionales, donde tendrán responsabilidades grandes, compensadas con sueldos y privilegios que corresponden a sus cargos. Hemos citado dos clases de políticos, los que van como vocación –citamos de ejemplo a los que hace años no cobraban ni un céntimo bajo ningún concepto y compatibilizaban su cargo con sus profesiones habituales– y los que lo toman a profesión, porque en la suya habitual no van a gozar ni de los sueldos ni de las posiciones que tendrán en la Política. Lo malo para ellos, es que el tener tanta dedicación, tanto tiempo, tanta compensación conlleva responsabilidades no sólo de trabajar para su respectivos grupos o tendencias sino saber cuándo tienen que olvidarse de ellos y dirigir sus pasos, sus esfuerzos al bien de «todos» los españoles y no sólo a los «suyos».
El momento que vivimos es ideal para ello: la situación económica, si no propiciada por un grupo, sí que consentida o de una forma u otra, agravada por los horrores de algunos correligionarios repudiables y encima negada hasta la saciedad, termina por aflorar en sus causas, levantando polvaredas, y las primera consecuencias son la situación que vivimos que nadie, absolutamente nadie quisiera, pero que debemos a unos pocos que no cumplieron su papel, lo consintieron y ahora obligan a que pechemos con él los españoles que, entre otros, les pagamos a ellos por hacer bien las cosas y no como las han hecho.
Pero ya está hecho y ahora no cabe más que tratar de solucionarlo, ante lo que es inexcusable que todos los grupos, vayan a una; todos, no sólo el de mayoría otorgada por los españoles porque confían en ellos o por castigar a quienes tan mal lo hicieron y tantos escándalos protagonizaron. Por tanto hay que tener cara –que se dice castizamente—para después de liar la que los expertos dicen que han organizado, protesten en lugar de ayudar a arreglar lo que ocasionaron. Se están jugando creer en ellos y en el sistema. Y ya se pide aligerar las responsabilidades de las Autonomías, concentrar Ayuntamientos, y se basan, quienes esto piden en algo irrefutable: ¿y para qué tanto político?
Así que, señores políticos, como saben ustedes primeros que nadie, «la carga» tira del carro, y así es imposible; señores sindicalistas y trabajadores: no están los tiempos para bromas y algunas cosas que dicen y hacen tal parecen; señores empresarios, o se animan o también les llegara el momento de llorar; señores banqueros –las denuncias ponen el vello de punta— ganen ustedes menos y busquen más clientes, pídanles o déjenles dinero, que es de donde deberían sacar sus beneficios y no de donde los sacan.