En plenas condiciones mentales, muy superiores a las físicas que sus operaciones y los duros tratamientos médicos determinan, Don Juan Carlos Rey de España, rindió su último servicio a su Patria, firmando su abdicación a favor de su hijo, nuestro nuevo Rey Don Felipe VI.
Don Juan Carlos llegó a tal puesto de la mano del General Franco que comprendió que su régimen no tendría continuidad, por lo que buscó asegurar un sistema que “cuadrara” con el pasado de la España más próspera. Algunos, a los que los árboles impiden ver el bosque, vieron en el hecho de esta designación algo negativo para el Rey. Muerto Franco, a los dos días era proclamado Rey Don Juan Carlos, que inmediatamente, y quizá fruto del aprendizaje que vivió para prepararse para este momento, comprendió que la España del futuro no pasaba por seguir las normas del Movimiento, pero como éste era heredero del Gobierno anterior, tuvo la habilidad de buscar alguien que fuera aceptado por el Ejército, y por los miembros de “partido único”, acertando al elegir a Adolfo Suárez, neutral para el Ejército y por tanto digno de su confianza y con pasado en el Movimiento.
Uno y otro, de la mano, comprendiéndose, entendiendo la situación, empezaron a preparar esa España moderna que pedía a voces el siglo XX, para lo que, demostrando que era cierto que Don Juan Carlos quería ser “Rey de todos los españoles”, abrió las puertas a quienes pensaban de forma distinta a la hasta entonces “legal”, y, con sorpresa incluso de los propios interesados, abría sus brazos a partidos como el PSOE, PC y otros, así como a sindicatos. Por citar alguna reacción, Felipe González y Alfonso Guerra, cabezas del PSOE, y Santiago Carrillo, del PC, se reconocían miembros de partidos republicanos, pero no dudaban en adscribirse a la nueva corriente que el Rey abría, permitiendo su entrada en la Política Nacional.
Estos primeros pasos fueron determinantes para que se consolidara la Monarquía y marcaron las actuaciones posteriores del Rey, cuya política fue elogiada y admirada –y copiada– en muchos países del mundo, mientras se ganaba el respeto de todos, convirtiéndose en el mejor embajador de España, en Europa, en América, en el Mundo Árabe, con extraordinarios servicios a la gran industria y el comercio españoles, como ha venido haciendo hasta pocos días antes de su Abdicación.
Papel de singular importancia el de la Reina Doña Sofía, ejemplo de mujer que comprendía perfectamente su papel, estando siempre al lado el Rey, incluso en circunstancias no demasiado gratas para ella. De cómo se fue ganando el Rey al afecto de los españoles, tuvo mucho que ver esa mujer tierna, entrañable, sencilla, llana y asequible que es Doña Sofía, y si la actuación de Don Juan Carlos es un ejemplo para Felipe VI, Doña Sofía lo es para Doña Letizia.
Quedarán días duros, difíciles, en los que nuestro nuevo Rey demuestre lo que aprendió en los Ejércitos, en las Universidades españolas y extranjeras, en sus continuos viajes y misiones, pero también en el ejemplo que brindaron a los nuevos Reyes sus padres. ¡Larga vida a ambos!