martes 26 agosto 2025
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Y sin embargo, sigue existiendo el amor…

Para los que peinamos –bueno, el que pueda— canas, el amor nos lo quieren cambiar, o al menos eso entendemos, porque crecimos con otros conceptos. Hoy comprobamos –y respetamos aunque no lo compartamos— que el concepto esencial del amor entre un hombre y una mujer, ha cambiado y es “otra cosa”. Permítannos a los que mantenemos eso con lo que nos criamos, y procuramos enseñar a nuestros hijos, sigamos creyendo en la fuerza de atracción que dos seres, cualquiera que sea su edad, jóvenes, maduros, mayores, sienten, complementándose, aprendiendo a ir juntos por el camino de la vida.
 
Para ellos, el amor es lo que da sentido a sus vidas, lo que les ayuda a soñar, a hacer la vida mejor; a transformar lo que es una atracción física natural en algo hermoso, sublime, que dio pie a manifestaciones artísticas –escritas, orales, a través de la Música, de la Pintura, de la Escultura–, que hacen más grandes a los enamorados, que elevan la sublimidad de ese sentimiento tierno y bello en la juventud –¡ay esa primera mirada!, ¡ese primer beso!, ¡esa primera zozobra que te hacer parecer explotar el pecho!…–, que se hace fuerza incontenible en los años de la madurez y se mantiene con fuerza aunque más reposada, según pasan los años…
 
Antes había más tiempo para todo, y el enamorado disponía de ocasión para poder cantar el amor, para poder dedicar los más bellos pensamientos a su enamorada, para tratar de conquistarla con la fuerza irrefrenable de los sentimientos hechos palabra, pintura, escultura, novela, canción… Hoy, las prisas, las ocupaciones, nos abruman, nos agobian, y por eso es bueno que siquiera un día al año lo podamos dedicar a tener presente ese sentimiento que eleva a la categoría de sinrazón, de agobio, de magia, la simple atracción. Un día al año, siquiera, en que acudamos a ese prodigio de la naturaleza que son las flores, para que cada una de ellas sea el beso fuerte, intenso, puro que soñamos en nuestra juventud, y repetirlo cualquiera sea la edad que vivamos.
 
Un día para hacer un  alto en todo eso que es “necesario, urgente, vital”, para que lo hagamos a un lado, y podamos mirarla a los ojos, esos ojos cansados en algunos casos por el paso de los años y por tanto trabajo incansable hecho durante ellos, en otros cobrando toda la fuerza irrefrenable de la juventud o el estallido incontenible de la madurez, y sin eso que nos hace parece ser cursis por culpa de quienes quieren ignorar su fuerza, decirles un simple “Te quiero”. Te quiero, como desde cuando te miré por primera vez y tú, sonrojada, arreboladas tus mejillas por el pudor, me devolviste la mirada; te quiero como el día en que te pedí que fueras mía; te quiero como cuando me dijiste que “sí” y lo dijiste ante tanta gente. Te quiero por ser mi vida, mi guardián, mi fuerza, mi sostén, mi báculo…
 
Y si no somos capaces de tanto, ni nos atrevemos a intentarlo, recordar al poeta y decirle algo tan sencillo como… “Sabe, que el alma que hablar puede con los ojos / besar puede también con la mirada”.
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