No envidiamos, precisamente, al Presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, que vivió la semana pasada, sus días «horribilis», al tener que claudicar no sólo ante las presiones del interior, hartas de que no se hiciera nada contra la crisis, sino también las del exterior, entiéndase Obama, Ángela Merkel y compañeros de furgón, lo que se quiera o no, ha sido para él, y para España, una forma de plegarse ante potencias extranjeras que se encuentran embarcadas en el mismo barco comunitario que España, y como les puede afectar –porque acaban de vivir lo de Grecia– no vacilan en hacerle unas recomendaciones que nuestro Presidente se tuvo que tragar y regurgitar en Las Cortes, exponiéndose a lo que pasó, que recibió pelotazos desde todos los ángulos del arco parlamentario, no sólo del sector de la «oposición», sino también, de forma velada pero efectiva, desde algunos afines a su grupo.
Que un presidente socialista, tenga que anunciar congelación de pensiones, revisar medicamentos, disminuir el sueldo a los funcionarios, anular las primas por natalidad, es decir una serie de medidas «antisociales», tiene que haberle costado mucho, y se notaba como que sabía que tenía que tomarlas, pero ha aguantado hasta que no ha podido más, buscando evitar que era cierto lo que antes negaba a pies juntillas, hasta el empecinamiento, o a causa de confiar en quienes designó para mejorarlas y no supieron.
Al día siguiente de tal anuncio, le visitaron los Sindicatos, que no sabemos si «para ponerse el parche antes de que le pique la avispa», es decir de que les llegue también a ellos reducir las subvenciones que reciben, cuando en otros países no existen y los Sindicatos –mucho más efectivos que los de aquí, según opinan algunos– son mantenidos por los trabajadores que deciden afiliarse a ellos. Y es que, de todas partes le piden que esas medidas restrictivas que no hay más remedio que tocar, afecten a las subvenciones que el Gobierno –con nuestro dinero– da a los Sindicatos o a los Partidos Políticos, como piden que los grandes accionistas bancarios, noten también la crisis, reduciendo, o «congelando» tales beneficios, por la vía que sea, medidas aunque no guste a los afectados, como no gustan a los que van a padecer las hasta ahora anunciadas.
Así que va siendo hora, de que pensemos en que las ubres de «mamá Estado» están secas y que hay que «alimentarlas» a base de sacar dinero de donde sea, pero no estaría de más recordar, donde hay más dinero. Y, de paso, atender a suprimir desde ministerios hasta organismos que se pueden admitir en tiempos de vacas gordas, pero que no tienen sentido en los de vacas flacas como los que vivimos.
Vamos que, tras la pataleta general originada, considerando inamovibles la Educación (aunque, por ejemplo sin los ordenadores regalados), la Sanidad (sin abusos), es hora de pensar en aportar cada uno lo que pueda. Pero todos, y no sólo los más débiles, o lo que es igual… «los de siempre».