Como un coro que fuese agudizando sus voces hasta romper el cristal en mil pedazos, así estallaron en la mente de María las palabras que le anunciaban la muerte de Carlos. Caminando por el pasillo interminable del hospital, el médico hizo un relato nítido y definitivo de las heridas mortales que presentaba.
“La curva es muy cerrada, tomó una copa, sólo una, o quizá fuese el pesado sueño de la madrugada, no sé qué pudo pasar. Lo siento, María, la ambulancia llegó en unos minutos, has visto lo cerca que está el hospital, pero nada se pudo hacer. No iba a gran velocidad, ha tenido la mala suerte de dar con uno de los pocos árboles que hay de camino a casa”. –El que hablaba, nervioso y hundido, era Juan, el amigo de Carlos que conducía su coche justo detrás de él y lo vio todo.