Aunque llevas pocos días en el mundo no puedo evitar pensar cómo será tu futuro. Pienso en la enfermedad, que ataca sin compasión el cuerpo y el alma, en la maldad, compañera inseparable desde que empezamos a tener conciencia, en el destino, que a veces nos enfrenta a situaciones horribles fuera de nuestro control. Puedo parecer pesimista, pero el tiempo te hará ver cuánta verdad hay en mis palabras.
También tengo presente que eres parte de una familia que te envolverá en los pañales del cariño y del amor, que, porqué no, encontrarás y vivirás una pasión amorosa que te situará a mitad de camino entre la Tierra y el Cielo, que desarrollarás tus cualidades intelectuales en lo que ojalá sea tu vocación, así como espero que tu gran humanidad dé consuelo al que sufre y ayuda al débil.
No serás imprescindible, nadie lo es, pero contribuirás a que la vida sea un poco más digna y justa. Ahora puedo parecer excesivamente optimista y confiado, pero el tiempo también te hará comprender la grandeza que encierras por tu condición de ser humano, las enormes potencialidades que puedes desarrollar en favor del bien común. Nunca olvides que eres, para unos, imagen y semejanza de Dios; para la mayoría, el último eslabón de una larguísima cadena evolutiva; y para todos, una persona. Yo volví a nacer cuando naciste tú.