Te quiero y, sin embargo, te pido la separación. Sé que me quieres.
¡No puedo más, tanta responsabilidad me ha agotado! Sé lo que deseo cambiar, aunque no tengo muy claro lo que me espera.
A mí me tocó renunciar a muchos sueños, que con el paso de los años se han hecho más recurrentes y ahora se han convertido en carencias asfixiantes.
Sufro porque te quiero y soy consciente del dolor que te produce mi determinación. Sufres porque me quieres y no comprendes el abandono. Sin embargo, para ninguno de nosotros es una situación nueva. Durante los últimos años nos hemos querido sabiendo que nos íbamos separando irremediablemente. Yo he hecho todo lo posible para evitar el naufragio. Tú nunca lo consideraste una posibilidad.
Mi mayor preocupación ha sido esforzarme por no faltarnos el respeto y ser un buen ejemplo para nuestros hijos. Siempre hemos cumplido con nuestras obligaciones familiares. Para amigos y parientes parecíamos una pareja consolidada, inmune a la corriente de separaciones que domina la actualidad.
Todos comentan que he cambiado.
Mi valor para afrontar la separación emerge del miedo a perder el cariño que aún te tengo y que peligra por el desgaste inexorable de la convivencia actual. Soy muy consciente de que no hay retorno, aunque te aferres a la más mínima posibilidad de reconciliación conyugal. Ya he renunciado a segundas oportunidades juntos y busco la mía propia.
Parece que sólo nuestro cariño no basta para alcanzar mi felicidad…
