Faltaban pocos minutos para que los relojes marcaran las once de la noche, cuando un grito unánime de los responsables del partido, en una salita interior, anunciaba al resto de los presentes en la sede de campaña del PP lo que se acaba de confirmar: El PP conseguía retener la mayoría absoluta. Decenas de personas saltaban de alegría. Las caras de alegría desbordada se multiplicaban y las primeras lágrimas comenzaban a aparecer.
El objetivo se había conseguido, pero interventores, apoderados y parte de la militancia reclamaban al protagonista de la noche: “¡Que salga! ¡Que salga!” se escuchaba en un local abarrotado. Y el candidato ‘popular’, Manuel Barón, salió casi como un torero por la puerta grande. A hombros de sus allegados y exultante de una felicidad que había estado contenida durante buena parte de la jornada electoral.
De hecho la tarde no comenzó muy bien. Las primeras cifras que televisión y teléfonos móviles iban arronjando no eran muy optimistas. Con un tercio de los votos contabilizados el PP perdía su mayoría absoluta, y superado el 40 por ciento del escrutinio caía hasta los 9 concejales. La votación en los anejos estaba, en ese momento, decantando la balanza en favor del PSOE, pero todo cambió cuando el número de sufragios contabilizados era mayoritario: La mayoría absoluta volvía a su actual dueño, y las primeras caras de felicidad comenzaron a vislumbrarse en la sede.
Tensa espera
Con el transcurrir de los minutos la alegría sólo iba en aumento. Y los primeros aplausos –y algún que otro suspiro de alivio– llegaban cuando se ratificaban los 11 concejales y el escrutinio superaba el 75 por ciento. El paso del final de la tarde a la noche se preveía plácido, pero ni mucho menos: más de media hora hubo que espera a que el recuento llegara al 95 por ciento para certificar la victoria ‘popular’. La mayoría absoluta aún no estaba garantizada.
El tiempo pasaba y algunas caras de alegría comenzaron a mostrar cierta preocupación. Todos se preguntaban qué estaba pasando, por qué no terminaba de cerrarse por completo un escrutinio que por momento se hacía eterno. Los responsables del partido se sabían ganadores, pero no querían lanzar las campanas al vuelo.
Gritos interior de la sede. Inmediatamente se contagiaron al resto de los presentes. Falsa alarma, aún quedaban un 1,5 por ciento para finiquitar la contabilidad de los votos. La mayoría absoluta ya no se podía escapar. De nuevo gritos en el interior. A la segunda, fue la definitiva, Manuel Barón volvió a ganar.
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