He vivido muchas noches de júbilo, y algunas de caos y violencia en Francia, en vísperas de su fiesta nacional el 14 de cada julio. Ese día se “celebra” el aniversario de implantación de la República francesa y la abolición del poder real a favor del poder burgués. He tenido muy claro desde siempre el significado del 14 de julio francés: desde aquellos años de hegemonía de “la France de la grandeur”, incluida su lengua, hasta el languidecimiento actual; lejos quedó aquella Francia de la investigación y de la cultura, con centros de investigación modélicos como el CNRS, a los que acudíamos, con ansias de aprender y de esparcir nuestros conocimientos por el mundo, aquel grupo de estudiantes de todos los países… que asistía con asombro a aquellas celebraciones bajo los acordes de la “Marsellaise”, bella música, pero atroz letra que llama a la marcha a los ciudadanos, una vez tomadas las armas, para combatir la tiranía a la que vivían sometidos…
Viví con entusiasmo, siendo joven investigador español, salido de dos universidades franquistas con su título de Licenciado en Ciencias Químicas de Granada, “pobre universidad española”, y de Doctor en Ciencias, en la especialidad Bioquímica, por la “no menos pobre universidad central” –hoy Complutense– aquellas noches del 13 de julio con amigos franceses que, al parecer, no pensaban nunca en la letra de su himno. Se refugiaban en su famoso “nous, quand-même” (nosotros, por lo menos…), hasta una noche de mayo del 68 en la que no fue suficiente aquello de “nous, quand-même”. “Otros amigos” de una Francia moderna, como Daniel CohnBendit,inspirador del movimiento revolucionario de mayo del 68 –más tarde de los verdes y ecologistas europeos–, y no de la Francia obsoleta que habían heredado con sus estructuras napoleónicas, no estaban de acuerdo con la Francia de siempre… y quisieron crear la Francia con otros principios y con otra estructura: la Francia del 68. Casi todo se vino abajo, excepto el himno de siempre, la Marsellaise,y la migración de casi siempre…
Nos acercamos con cierto temor a este 14 de julio. Según la prensa española, Francia, en estas vísperas de la celebración de su fiesta nacional, está sometida al caos de una violencia extrema, con el despliegue de unos 50.000 agentes de policía y unidades militares. La causa de todo ha sido atribuida al abatimiento injustificado en Nanterre, al norte de París, por parte de la policía, de un joven de 17 años, Nahel, de origen argelino, que conducía sin permiso de conducir un coche de marca “Mercedes”, sin hacer caso a las señales de control de la policía. Esta misma mañana, 4 de julio, día de la fiesta nacional de los Estados Unidos, algún periódico español titulaba un artículo sobre Francia, como FRANCIA, UN PROBLEMA NACIONAL. En ese artículo se hablaba de la ruptura de la cohesión social y de la identidad nacional en los suburbios del país vecino.
Siento discrepar sobre eso de la ruptura de la cohesión social y de la identidad nacional: nunca he visto esa cohesión social en mis largos años de experiencia francesa. En cuanto a identidad nacional,dejémosla limitada a esos acordes de la bella música de la “Marsellaise” que suena en ocasiones como el 14 de julio, y en algunos acontecimientos deportivos tras las hazañas realizadas por algunos representantes de Francia, generalmente de otras etnias. Sólo he visto, orgulloso y bien enhiesto, el paternalismo francés, adornado siempre del “nous, quand-mème”.
Y llegamos así al problema de la “integración” hoy, en la Francia de siempre de esas sucesivas oleadas de migrantes: 5 millones de origen marroquí; casi 1 millón de origen argelino, sin contar vietnamitas y otros orígenes, en una población total de unos 68 millones de habitantes. Decía Hassan II, padre del actual rey de Marruecos, que la población islamista no sería nunca francesa al 100%; preguntado si esa falta de integración se debía a la actitud francesa, se negaba a responder… achacándolo todo a las diferencias étnicas y de religión de la población islámica.
Y, no olvidemos la existencia de los “antisistema” a la espera de cualquier acontecimiento para manifestar su repulsa hacia los “métodos violentos” utilizados por las “fuerzas de represión”: incendios por doquier, coches calcinados, e incluso asalto violento a la casa personal del alcalde de L´Haÿ-les-Roses, no lejos de Villejuif con su centro de investigaciones oncológicas, hospital Gustave Roussy, en el que han realizado durante años su silencioso trabajo muchos investigadores franceses y no franceses.¿Sabrán esto los manifestantes callejeros?¿Hasta dónde vamos a llegar este 14 de julio, fiesta de “La grande ur française”?…