La pasada semana les hablaba del polémico premio Nobel a Bob Dylan, pero poco les hablé de las pocas mujeres que tienen este premio. Al hilo de la celebración, el lunes 17 de octubre del Día de las Escritoras, más en mi mente latía esa sensación de que a pesar de encontrarnos en pleno siglo XXI, las mujeres escritoras siguen pasando desapercibidas para muchos, cuando en el terreno literario son cada vez más.
Pensaba, ilusa de mí, que al igual que en el deporte, la mujer tenía su propio espacio en la Literatura, pero como siempre me equivoco, siempre estamos por detrás, cuando deberíamos tener las fuerzas equiparadas en todo.
Autoras hay miles, y autoras de gran calibre que no se dedican a hacer best seller tipo Stephenie Meyer (serie Crepúsculo) o E.L. James (50 sombras de Grey) que parece que es para lo que les gusta dejar a las mujeres. Hay autoras con mayúsculas que siguen rompiendo moldes, apostando por quebrar los pensamientos establecidos y dando vertientes llenas de sabia por las que leer buena literatura.
Ese Día de las Escritoras no sólo sirve para dar a conocer a las actuales, sino para dar salida de los cajones y librerías polvorientas a las mujeres que a lo largo de los años han apostado su vida por las Letras, con la pena de toparse con los muros masculinos de la intolerancia dejando sus títulos tapados para siempre.
Es una labor encomiable la que todos tenemos por delante, la de permitir que esas artistas que ocultaron por puro miedo de saber que acabarían con determinados estigmas del pasado –muchos presentes hoy día– salgan a la luz para disfrute nuestro, para acoger sus palabras como auténtica tinta de oro, sabiendo que lo que escribían entonces era por puro amor a aquello que hacían.
Mientras unos hacen este trabajo, otros seguiremos preguntándonos el camino a tomar cuando ves diariamente que las autoras de hoy día siguen apostando fuerte por todo lo que sus antecesoras hicieron, a pesar de que sigan siendo menosprecidas en los Nobel, Premio Cervantes, Nacional de Narrativa… Y ojalá lleguemos a un día en que esto que acabo de escribir se lea como pura anécdota de una redactora nostálgica y rebelde.
