¡Qué dura asimetría
de corazón y tiempo (envergadura
de Dios), que –con los objetivos,
al ciento diez por cien– aún no sabía
a cantar! O, me olvidaba
que era un decir el ser, un loco empeño;
que no tiene de amor sorbido el seso,
quien no le dice al mar, hermano; al aire.
Que, al almendro, la flor o, que la lluvia.
…………..
Pero le encanta al corazón la luz
y que le llamen: ¡Vente!,
que se le diga amor a tanta nube,
o al viento, las esquilas
–(Creo, porque es hermoso)–
o al perfil de las lomas.
…………..
¡Quién no le canta al alba!
Más, si le nace un niño que es el Verbo
de Dios.
En las alturas,
un ¡Ven! resuena.
Canto
definitivo: El Hombre.