El perfil de las personas que muestran adicciones ha cambiado tanto que cada vez son más las personas que presentan adicciones sin sustancias. Aparte de las drogas, la adicción al juego o juego patológico, adicción a las nuevas tecnologías, a las compras, al sexo o la comida, son ejemplos de adicciones de comportamientos que se realizan de forma repetida y exageradamente y que llegan a interferir gravemente en la vida de las personas afectadas.
Los genes de la persona, la acción de las drogas, la presión social, el sufrimiento emocional, la ansiedad, la depresión y el estrés ambiental pueden ser factores influyentes. De cualquier modo es común que se suela negar el problema aunque los miembros familiares sí que lo detectan y consideran como tal. A pesar de esta negativa o resistencia de la persona que lo presenta, la postura de la familia es muy importante en estos casos. Si estamos alarmados porque observamos que esa conducta es excesiva y está limitando la marcha cotidiana de quien la realiza, estamos en lo cierto creyendo que se ha desarrollado una adicción.
A través de mecanismos de refuerzo y recompensa se busca alcanzar la evasión de la realidad o la satisfacción inmediata que palie de alguna forma el malestar que se experimenta. El riesgo está en que desde edades muy tempranas se están aprendiendo estos patrones de refuerzo y recompensa inmediata a través de las nuevas tecnologías o del consumo innecesario. Cuando se desarrollan estas adicciones se pueden encontrar maneras de evitar la exposición a los factores desencadenantes y desarrollar estrategias de autocontrol además de abordar los problemas subyacentes al comportamiento. Todo ello dirigido a establecer una relación sana con estímulos que no podemos hacer desaparecer de nuestra vida por completo pero sí aprender a gestionarlos de forma correcta.