Para determinar el número de allegados no es muy clarificante la definición que hace el diccionario: “Una o más personas cercanas”. Es posible que este razonamiento se preste a alguna ambigüedad en estos momentos, cuando la Navidad ha llegado, casi de sopetón, con las mentes ocupadas en el puñetero virus y las familias hacen cábalas sobre quienes se sentarán en la mesa de Nochebuena.
O nos apuntamos a la sensatez o los allegados van a llenar los domicilios. Demasiada gente espera ver cómo se relajan las normas para suavizarlas un poquito más, y conseguir, como un logro personal, llenar la mesa de invitados. Y casi es un atrevimiento decir que hay mucha inconsciencia y los dictámenes de las autoridades caen en saco roto cuando se trata de celebraciones.
Pero es cierto que muchas decisiones políticas, acarrean comportamientos cuestionables en la ciudadanía. Nadie puede entender que aterricen en Granada, una ciudad que está sufriendo lo indecible por la pandemia y la economía, un centenar de inmigrantes con 100 euros y móvil, para entremezclarse con su población por si ésta aún tiene espacio para más problemas. Quizá, algún vulgar cerebro, haya podido pensar que los marroquíes, deambulando por la Alhambra, se puedan sentir como en casa y el gesto, de ficticio hermanamiento, le lleve a mejorar relaciones con Marruecos, que, precisamente, no gozan de buena salud. Llegados y allegados, son nuestros vecinos más cercanos, quieren estar con nosotros. Los cien euros, no sería descabellado pensar, que se los han entregado para aliviar estas fiestas mientras se esparcen por una geografía más amplia.
Las pasmadas caras de los granadinos y toda la Comunidad Andaluza, ante decisiones tan arbitrarias e impositivas, vienen a confirmar que los políticos son más populistas y menos tolerantes. No quieren ser nuestros allegados, por eso, la realidad en la que viven, donde solo se escuchan ellos, está muy alejada de la ciudadanía.