Estoy completamente convencida que ser ama de casa es una gran profesión. Además, tiene una peculiaridad difícil de encontrar en el mundo laboral porque no tiene horario, pero sí, flexibilidad. Esta cualidad te permite complementar tu pequeño espacio doméstico y crear un mundo de asociasionismo y relaciones donde es posible entremezclar, ocio, cultura, amistades y voluntariado. Eso es precisamente lo que ha conseguido en estos cuarenta años que lleva funcionando este colectivo en nuestra ciudad. Y, hoy lo hemos celebrado con su presidenta, Pepita Torres, al frente, sin dar señales de agotamiento o cansancio, no la tumba la edad, solo se tambalea si observa que algo no es de su agrado y le duelen mucho las heridas del corazón. Es una luchadora en un mundo de mujeres estereotipadas muy adaptadas a su época donde sólo se podía combatir la rebelión forjando una sociedad donde pudieran ser visualizadas.
Y Pepa buscó una senda para ser referencia de encuentros, reuniones, diversiones, viajes, museos, foros, y enseñar a buscar, según las necesidades de cada una, su espacio.
Nunca pasea por un camino de rosas quien se erige guía, porque es el primero que tropieza con todas las dificultades que sale a su paso, desde las pequeñas incomodidades hasta los momentos duros productos de la envidia, manipulación o, simplemente las faltas de afecto que a muchas personas parece que les cuesta demasiado mostrar. Aparte de estas imperfecciones de la vida con las que nos encontramos cada día, hay que reconocer que Pepita ha hecho una labor encomiable, ha sacrificado su tiempo, anhelo, en pos de la igualdad y libertad de las mujeres. Ha servido para hacerlo porque ha trabajado con ahínco y desvelo y por eso la felicitamos. Dice que ya está cansada, es una verdad a medias, yo creo que aún no le ha llegado ese fuerte aplauso y abrazo que corone la ilusión de cumplir su sueño, haber conseguido que la mujer hoy día sea bastante más interesante para todos y para todo.
Enhorabuena.