Hoy sábado, más de dos mil quinientas personas de la gran familia de la Beata Madre Carmen, se darán cita en nuestra ciudad para celebrar el X Aniversario de su Beatificación. Llenarán el Centro de Atletismo “Sexto Centenario” y las calles, bares y monumentos de la ciudad por la tarde.
¡Bienvenidos, por tanto, a esas representaciones de los colegios, centros y familias que la antequerana implantó su forma de ver la vida con el carisma franciscano de los sagrados corazones! Un acto que, desde la sencillez, la humildad, la modestia, apenas ha trascendido a la sociedad local.
Han pasado ya diez años del inicio del fin del proceso esperado y, si Dios quiere, cualquier día, el menos esperado, se anunciará que se canonizará a la sierva de Dios, a la primera antequerana que estará oficialmente en los altares de la Iglesia en todo el mundo.
¿Somos conscientes de la labor callada de la obra de Madre Carmen? ¿Habrá que esperar a que el Papa la haga Santa? Quizá, Antequera debería de despertarse de ese letargo donde nos gusta copiar lo de fuera y no apreciar lo de dentro. Abogar por acólitos con dalmática, ir a ver al paso de la Soledad a Málaga antes que el Viernes Santo en El Carmen, peregrinar a las patronas por doquier antes que a las de la tierra, o ir de Semana Santa por Andalucía, antes que por Antequera.
Aunque como hemos escuchado a muchos entendidos, Madre Carmen es santa desde que hizo su labor en vida, le falta aún el reconocimiento universal. Quienes pasan por las puertas de su antigua iglesia mínima, verán ese río de devotos de toda la geografía que piden entrar a su capilla, es como el río de gente que se acerca a rezar la novena al Señor, pero durante todo el año.
¡Antequera, despertar, que tenemos una mujer santa a punto de ser canonizada! Luego nos gustará ir en primera fila cuando lo sea oficial. Si la Ermita de la Vera Cruz o Santa María fueron siglos atrás, la Colegiata es hoy San Sebastián, las cofradías buscan pasar por los Remedios, los devotos acuden al Señor cada mes de mayo… Madre Carmen debe ser el punto central de la nueva evangelización de la Iglesia del siglo XXI, que será por gracia de Dios el nuevo punto de conexión con Dios.