Si alguien, pocos, del mundo cofrade, sobre todo andaluz, no conocía, o conocía poco, del patrimonio que se atesora en la ciudad, muy noble y muy leal de nuestra Antequera, el pasado sábado 10 de septiembre se pudo empapar.
La repercusión mediática que ha supuesto la celebración de la procesión magna, caso de acercarse a poder cuantificar lo que hubiese supuesto si la pudiésemos trasladar a una campaña de promoción publicitaria, estaríamos hablando de cifras de cinco ceros.
El feedback que recoge la ciudad es muy halagüeño, luego habrá que intentar medirlo, pero nuestra Antequera se va asomando al mundo cada vez más, y cada vez es más reconocida, en este caso loada, aclamada y bendecida.
El hecho mismo de poner de acuerdo a todas las hermandades y cofradías de pasión y gloria, todas apuntando a un mismo fin, es de aplaudir por minutos, no ha sido fácil, ya se intentó en alguna que otra ocasión anterior y no se pudo conseguir.
No sólo la procesión magna dio que hablar, y dará, sino que esa docena de templos donde tienen su sede canónica las imágenes de las cofradías y hermandades que pusieron en la calle a sus sagrados titulares, permanecieron abiertos y a vista de todos, recibiendo admiración por su estado de conservación tras siglos de historia que celosamente guardan sus muros, y eso, créanme, tampoco ha sido fácil.
Alguien habrá soportado inconvenientes, pero la ciudad se ha visto beneficiada, la ciudad entera. Y la siembra dará fruto. ¡Gracias, siempre!