Como afanosa lectora de novela negra, estoy familiarizada en un tanto por ciento considerable, con las excusas de los acusados en procesos de detención. Detectives privados que husmean horas, minutos y segundos, recuerden a Poirot, o mejor a Agatha Christie. Fuerza elemental.
La roja se agita. El viento en la playa no deja títere con cabeza. Algunas familias, son reticentes a la hora de dejar la arena. Quince días o menos de vacaciones hay que aprovecharlos hasta el infinito. El mar canta su propio himno, libre siempre. Dos chicos marroquíes, creo, caminan por la orilla envueltos en la bandera de España. La venden. De varios tamaños. Grande, mediana y pequeña. Curioso, muy curioso, porque te da por pensar si el tamaño de la bandera es igual al patriotismo. Hablo de fútbol naturalmente. La cuestión es que cuando comienzo a escribir, aún no conozco los resultados de la Copa de Europa, sólo sé que Alcaraz ha ganado Wimbledon por dos veces consecutivas y frente a Djokovic nada más y nada menos. Tendré que seguir a este chico, me cuesta trabajo, mucho, porque donde se ponga Nadal, para mí no hay otro. Los tiempos cambian y o nos adaptamos, en general, o nos vamos a hacer gárgaras.
Es extraordinario que el primer gol de España lo meta Nico Willians, 22 años pamplonica, porque nació en Pamplona, ¡¡válgame!! Ascendencia ghanesa. Hijo de inmigrantes que cruzaron como pudieron la valla de Melilla, me pregunto, ¿el gol es válido o no ? Hay que tirar de ironía y de coartadas varias para que los limites, la frontera, no nos convierta en descabellados personajes. El chico ha metido el gol y es tan español como todos los españoles, le fastidie a quien le fastidie. De hecho, lleva el nombre del párroco que ayudó a su familia. Los gritos de alegría se oían aquí y en Madagascar. Es algo tangible, palpable, la faena arriesgada de este chico para cruzar la línea que siempre hay entre lo real y lo imaginario. Curioso muy curioso.
