Queridos Reyes, os veo de lejos, en el camino del tiempo de mi niñez, pero también en la cercanía de la cabalgata que pasa ante mí. Puedo oler los regalos envueltos en celofán que cruje bajo los lazos de colores que abrazan regalos soñados, o los borrones de mis cartas a lo largo de los años.
Al pie del balcón los zapatos de mis hermanos y mis katiuskas, sí, yo ponía mis botas negras de agua. Altas, acharoladas, traviesas. Las botas que en los días de lluvia me ayudaban a pisar charcos por las calles de Antequera, aquellas que se llenaban la noche de Reyes con caramelos hasta arriba, con monedas de chocolate, bombones y juguetes que se apilaban de manera mágica. Convivían, trompetas, muñecas, tambores, cochecitos, scalextric rápidos, indios, construcciones, clicks… libros, cuentos llenos de hadas y lugares recónditos que hacían más increíble la noche.
Este año pondré mis botas brillantes, otras katiuskas, y os pediré, porque sois mágicos, y porque la tinta de mi pluma se torna sal y sueño, que una, me la llenéis de salud para todas las personas que quiero, para las que me quieren o para aquellas que dejaron de quererme y me olvidaron, para todas y todos. Para aquellas que conozco y las que conoceré, para las cercanas y las lejanas.
La otra bota, un 38, Baltasar, y te lo pido a ti que fuiste mi preferido siempre, puedes llenármela, si lo crees conveniente… de justicia social, de sonrisas de niños, de trigos y arroces para los hambrientos y conciencia para los ladrones que se burlan de los seres humanos y los esclavizan.
Melchor a ti te suplico, amigos, cariño, trabajo, igualdad, lápices, libros, hojas de viento escritas con buenas intenciones y hechos positivos y tangibles.
Gaspar, rey sabio, a ti te reservo las sonrisas y el conseguir que las vidas de los luchadores eternos, aquellos que siempre creen en la buena fe de las gentes, sean menos tristes y solitarias.
Y como una línea me queda, traedme una buena escoba con que barrer esta crisis a galope tendido y pueda después, extender una inmensa alfombra de esperanza, sobre los corazones desiertos y las lágrimas de desamparo, para que de nuevo descienda sobre nosotros la luz de la vida, la luz y la sortilegio de la noche de Reyes Magos.
