viernes 30 mayo 2025
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Celebramos los actos en honor en nuestro santo patrón

Yo he presumido siempre ser de Antequera; a veces en silencio; a veces en alta voz. Tenemos como patrón al Señor de la Salud y de las Aguas; y sabemos a quién recurrir y a quién pedir ayuda en casos de Salud Averiada y de Aguas que no llegan a nuestros cultivos. Háganme caso; acordémonos del Señor, además de nuestra excelente Seguridad Social; y confiemos también en los métodos modernos de “echar la vista a esas nubes”. Pero en uno y otro caso, acordémonos de nuestro patrón. Y, además, por si fuera poco, podemos echar mano en Antequera a una patrona, Nuestra Señora de los Remedios, y a otra patrona Nuestra Santa Eufemia. Total, tenemos en nuestra Antequera a quién recurrir: tres patronos.

He sido afortunado con Santa Eufemia, asistiendo de puertas adentro, y gracias a la invitación de Antonio J. Guerrero a la celebración de alguno de sus aniversarios, con asistencia muy activa de mis amigos venezolano el doctor David A. Malavé y de su esposa Artemis. He sido afortunado igualmente asistiendo a los preparativos y brillante procesión de nuestra patrona, Virgen de los Remedios; y fui muy afortunado, en 1992, cuando la Peña los Cabales se acordó de mí y me propuso dirigirme al Señor de la Salud y de las Aguas, el día de la celebración de la jornada en homenaje de nuestro Cristo. Días antes de la función me encontraba yo en Japón; acepté, emocionado, y me puse a preparar en mis ratos libres aquella “oración” a nuestro santo patrón. Quiero relatar aquí cómo viví aquella pequeña aventura, ahora que estamos en pleno mes de mayo, mes de la Virgen y en Antequera, mes del Señor.

Fui a la iglesia de San Juan en un par de ocasiones a avistar al Señor con el respeto debido y toda “mi pequeñez humana”. Era muy profundo lo que sentí: eso de dirigirme a Él para ofrecerle mi oración de parte de los Cabales era demasiado.¿Qué era yo? Durante muchos meses de mayo, fui un humilde habitante de la calle del Río número 10, que se impacientaba al ver tantos antequeranos pasar por su calle en busca del Huerto Perea, el camino del río, y San Juan. Otros antequeranos subían directamente por la cuesta de los Rojas e iban a San Juan. Se sucedían los días y las funciones al Señor, en espera de la solemne procesión, aquel domingo cercano al 20 de mayo, en el que los antequeranos de Antequera y los de fuera coincidían, disfrutaban eses día y hacían promesa de verse, ¿cuándo? Evidentemente, muchos se verían para el Señor del año siguiente…

Y ¿cómo hice yo en aquella oración al Señor de parte de los Cabales? La preparé en Japón, y recuerdo que atribuí a los japoneses una cierta pasión por nuestro Señor, al descubrir muchos pequeños altares en los que pedían Salud al cielo. Yo me acordé mucho de nuestro Señor en aquellos largos paseos por Tokyo… Volví a España y ultimé en Antequera mi oración: puse a los pies del Señor a todo un país como Japón, que también se acordaba de sus dioses en mayo, pidiéndoles Salud, y ofrecí a nuestro Señor la Salud fresca de la Peña Los Cabales, su limpieza de sentimientos, y su forma limpia de celebrar todo lo bueno de la fiesta taurina. Lo hice emocionado y sin olvidar mis humildes orígenes de “uno más de la calle del Río” que durante tantos años se había preguntado por qué Antequera se movía y pasaba por su calle…

Pasaron los años y llegaron dos nuevas oportunidades de aparecer de incógnito en los actos del Señor. Una de esas oportunidades fue mi asistencia como uno más a la misa ofrecida al Señor, el mismo día de su procesión, con asistencia de los antequeranos de fuera. Yo era de “fuera”. La segunda oportunidad fue el seguimiento que hice de toda la procesión del Señor, desde su salida hasta su entrada. ¡Qué grandes oportunidades de estar tan cerca del Señor en la soledad, por este niño que fue de la calle del Río hace tantos años!

El Señor, nuestro patrón en 1992, a mi vuelta de Japón, con los Cabales. El Señor, años más tarde, de aquel niño que fue hace muchos años, convertido ahora en un antequerano “de fuera”. Siempre el Señor.

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