El término cirrosis implica un mal funcionamiento del hígado que se produce cuando alguna patología crónica daña al hígado de una manera mantenida en el tiempo. Es una patología grave que puede afectar a la vida del individuo e incluso hoy en día puede acabar en un trasplante de hígado o en casos extremos con la muerte.
Como seguramente casi todos nosotros conocemos, las principales causas que producen la cirrosis son el alcoholismo y la infección por el virus de la hepatitis C. No son las únicas, ya que algunos medicamentos, otros virus (hepatitis B) e incluso algunas enfermedades autoinmunitarias o congénitas pueden producir cirrosis también. Los síntomas pueden tardar en aparecer, son habituales los vómitos sanguinolentos, heces de color pálido, dolor abdominal, edema en las piernas, ictericia, cierta confusión, impotencia sexual y pérdida de peso. En un simple análisis de sangre aparece anemia, albúmina baja, problemas de coagulación y el perfil hepático un poco alterado.
Para el diagnóstico el médico utiliza pruebas como el TAC, la resonancia y la ecografía evidentemente del abdomen. Se confirma con una biopsia que mostrará claramente la presencia de cirrosis en el hígado. El pronóstico suele ser reservado, porque la situación del paciente se puede complicar por problemas de coagulación, por acumulación de líquido en el abdomen y en algunos casos por cáncer en el hígado. También debemos recordar que la inmensa mayoría de los medicamentos se metabolizan en el hígado, constituyendo de esta manera un verdadero problema medicar a los pacientes con cirrosis. Para finalizar, saludo a aquéllos que han tenido la suerte de conocer tierras mañas: se habrán quedado de piedra.
