Hace unos días, repasando la filmografía de Al Pacino, visioné «City Hall». Es una de esas películas, en la que la trama si está bien conducida por sus intérpretes se convierte en algo maravilloso. La película nos narra las andanzas de un joven asesor (John Cusack) del alcalde de la ciudad de New York (Al Pacino) y como a medida que las aspiraciones políticas y sociales de ambos van en crecendo, en paralelo, también lo hacen las complicaciones profesionales y personales.
La verdad es que podemos sacar secuencias de la película y cotejarlas perfectamente con la realidad pasada, presente y lo más seguro futura, en instituciones de cualquier tipo. La trama arranca con el asesinato de un policía en las calles de Manhattan, sin recurrir a estridencias dramáticas nos lleva de viaje por situaciones correctamente políticas, donde a veces, te hace reflexionar de una forma muy natural con momentos que de seguro hemos vivido la mayoría de nosotros. Otro sello de garantía en la película es la intervención de John Cusack, un actor que se arrima o hace que se le arrimen interesantes historias. Nada más hay que recordar su filmografía o la última de sus interpretaciones como Edgar Allan Poe, magistral, en «El enigma del Cuervo», todo un reconocimiento al literato y maestro del género de terror.
Volviendo a «City Hall», es una película de escrúpulos, que aunque gire entorno al poder político o administrativo y la ambición maquillada de sus protagonistas, hace que uno se pregunte a modo personal sobre los valores, los principios, la honestidad de nuestro hacer diario hacia nosotros y los demás. Las metas en una vida son necesarias, la ambición, también. Pero debe estar envuelta en el papel de la honestidad y el servicio hacia los demás, sea cual sea la función en nuestra vida.