Como diría Pessoa, nuestras sensaciones son la única realidad que nos queda. Mis sensaciones de calor no son tan aterradoras como la tele me cuenta, pero sí son alarmantes en cuanto a la percepción, ante la certeza de la subida de sueldos en el consistorio malagueño un 20 por ciento hacia arriba claro. Pues ya que sube la temperatura, pues vamos, habrán dicho ellos y ellas, no nos vayamos a quedar atrás.
Pueden pensar en todos los partidos que quieran menos en VOX porque no está en el Ayuntamiento y tampoco en Unidas Podemos que sí tiene representación, pero se ha negado a la subida. En otro orden de cosas estoy a punto de salir de viaje hacia paradero desconocido. La única pista que les voy a dar es que tengo que llevarme ropa de abrigo. Me encanta ser misteriosa, debe ser la influencia de lo que estoy escribiendo últimamente.
Se trata de una novela negra llena de fino humor titulada por ahora El hombre de las sandalias verdes. Para mí es un reto, pero desde ya les digo que me lo estoy pasando genial. La trama y los personajes son sencillos hasta que dejan de serlo. Realmente la noche es mi escenario escritor, siempre lo ha sido. En mi estudio una mesa delante de la ventana que da a la Avenida, sobre ella el ordenador, lápices y Pilot de todos los colores, folios blancos y otros con anotaciones de lo más variopinto, ideas sueltas que van y vienen mientras escribo y no tiene cabida en ese momento en el párrafo de turno.
A la derecha libros y más libros. Una fotos de mi madre y de mis hijas soportan las miradas erráticas que algunas veces se me escapan del teclado. La guitarra también cerca. Me siento a gusto. Decía Henry James que el escritor o en mi caso aspirante siempre, debería tener una sola aliada, la soledad.
